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La isla de Nueva York que guarda más de un millón de personas enterradas en fosas comunes

A US flag flies near a monument to early veterans buried in the Potter's field at Hart Island, October 25, 2019, in New York. - Elaine Joseph's baby daughter is one of around a million people buried in unmarked mass graves dug by prisoners on an eroding, once-off limits island in New York that's about to become more accessible. Since the late 1860s, unclaimed bodies, the poor, still-born children and AIDS victims have been laid to rest on the mile-long Hart Island, making it one of America's largest public cemeteries. Nicknamed "the island of the dead," access is heavily restricted. AFP attended the most recent of two escorted media trips a year while relatives can only visit on two days a month chosen by the prisons department. (Photo by Don Emmert / AFP)

Una isla erosionada en una zona otrora prohibida de Nueva York donde más de un millón de personas están enterradas en fosas comunes anónimas cavadas por prisioneros está a punto de tornarse más accesible.

Durante 150 años, cuerpos sin identificar, indigentes, mortinatos (bebés que mueren en el útero) y víctimas de sida fueron enterrados en la isla Hart, de 1,6 km de largo y situada en el Bronx, que se tornó así en uno de los cementerios públicos más grandes de Estados Unidos.

Conocida como “la isla de los muertos” o “la cárcel de los muertos”, el islote es administrado desde hace más de un siglo por el departamento de prisiones, que restringe fuertemente el acceso.

Los parientes de los fallecidos solo pueden visitarla dos días por mes, y funcionarios penitenciarios escoltan a la prensa al lugar solo dos veces por año. La agencia de noticias AFP integró el viaje de prensa más reciente.

“No quiero que alguien me diga cuándo puedo visitar la tumba de mi bebé. Quiero ir cuando quiera”, dijo a AFP Elaine Joseph, de 65 años.

Su hija Tomika tenía apenas un par de días cuando murió en enero de 1978 tras nacer de forma prematura. Ella no pudo visitar su tumba hasta 2014.

Pronto, esta enfermera jubilada podrá ir regularmente debido al plan para abrir la isla al público, firmado el miércoles por el alcalde de Nueva York, Bill de Blasio.

Es un gran avance en la larga campaña para que este lugar, donde hay carteles en los que se lee “Propiedad de las prisiones – Manténgase fuera”, sea más digno para los muertos y sus familias.

La isla Hart, en el estuario de Long Island, se convirtió en una fosa común en 1869 luego de que la ciudad la comprara a un terrateniente privado para enterrar a residentes no identificados o pobres.

Unos 1.200 entierros, algunos de personas no identificadas, aún tienen lugar cada año. Los adultos son enterrados en féretros individuales de pino, en grupos de tres, uno encima de otro, mientras los niños son enterrados de a cinco.

Los ataúdes llevan números, no nombres, y no hay lápidas. Pequeños marcadores blancos que indican las fosas señalan los lugares donde están los cuerpos.

AFP
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Exhumaciones

Prisioneros de la infame y cercana Rikers Island, una de las cárceles más famosas de Estados Unidos, reciben un salario de un dólar por hora para enterrar a los muertos. Cerca de la mitad son niños pequeños, según funcionarios.

Muchos enfermos de sida fueron enterrados aquí en un sitio separado durante la crisis protagonizada por esta enfermedad en los años 80, tras perder contacto con sus familias o porque los cementerios privados se negaron a aceptarlos a raíz de temores injustificados sobre un eventual contagio.

Los muertos son de varias nacionalidades, destaca Justin von Bujdoss, un capellán de la prisión que dio un breve tour guiado a AFP a fines de octubre.

“La isla Hart representa el cruce de caminos de la diversidad de la ciudad de Nueva York, que es la verdadera razón por la cual debe ser considerada tierra sagrada”, afirmó.

Entre 40 y 50 exhumaciones son realizadas cada año, según oficiales, cuando familiares localizan a un ser querido y optan por volverlo a enterrar en un cementerio privado.

La isla ha servido como un campo de prisioneros para soldados confederados capturados en la Guerra Civil estadounidense, como hospital para enfermos mentales, como sanatorio para los tuberculosos, como centro de detención para delincuentes juveniles e incluso como una base de misiles durante la Guerra Fría.

Los gansos se pasean por la isla azotada por el viento. También hay ciervos y mapaches. Águilas pescadoras construyen aquí sus nidos y las focas se balancean en sus costas.

Pero la isla necesita una mejora. Varios edificios dilapidados yacen abandonados, y la erosión, empeorada por el huracán Sandy en 2012, ha dañado su costa y desenterrado algunos huesos.

Los arqueólogos han estado manipulando los restos para asegurarse de que los huesos no se mezclen y en septiembre comenzaron obras por 13,2 millones de dólares para mitigar la erosión.

 AFP
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“Estigma”

El mes pasado, el Concejo Municipal de Nueva York votó para que el departamento de prisiones ya no controle más la isla, transfiriendo su gestión al departamento de parques, una decisión celebrada por activistas. También prometió comenzar un servicio de ferry.

“Esto levanta el estigma de los entierros de la ciudad”, dijo a AFP Melinda Hunt, que desde hace tres décadas milita para hacer el cementerio más accesible.

Hunt ha ayudado a muchísimos familiares, incluida Joseph, a hallar a sus seres queridos en la isla Hart.

La hija de Joseph murió durante una tormenta de nieve que colapsó Nueva York. No pudo llegar al hospital y en medio de la confusión la ciudad enterró al bebé en sus fosas comunes.

Las autoridades recién comenzaron a permitir las visitas a la isla en 2007, aunque se restringía el acceso de los familiares a una glorieta lejana a las fosas.

Luego de que la ciudad saldó una demanda en 2015, se ha permitido a los familiares visitar las fosas, aunque bajo ciertas condiciones y en fechas específicas.

Joseph tiene que pedir un permiso previo del departamento de prisiones y no puede usar su celular o tomar fotos cuando está allí. Su tiempo de visita también es limitado.

Una vez que culmine la transferencia de jurisdicción, prevista para 2021, Joseph espera finalmente poner una placa con el nombre de su hija en su fosa, junto a su fecha de nacimiento y un pequeño tributo.

“Quiero que sea como cualquier otro cementerio”, afirmó.

 

Fuente: BioBioChile

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