La inflación que está viviendo el país nos está pegando duro como a todas las familias chilenas, obligadas a ajustar sus presupuestos para lograr salir adelante cada mes. Nosotros estamos en ese mismo esfuerzo de ajuste para sostener la operación regular de nuestros programas que atendieron el año pasado a más de 33.400 personas en extrema vulnerabilidad, abandono y pobreza, y a las que no podemos dejar en la indefensión.
Se trata de adultos en situación de calle, con discapacidad mental, con consumo problemático de alcohol y otras drogas; de adultos mayores, de niños, niñas y adolescentes excluidos del sistema escolar, de lactantes y párvulos de los territorios más críticos del país, de los marginados del mercado laboral.
El Hogar de Cristo en sus programas residenciales es igual que una casa, con el agregado de que alberga a los más pobres entre los pobres, y eso significa alimentarlos, abrigarlos, darles atención especializada en muchos casos, trasladarlos a sus controles médicos y a todo tipo de trámites.
Hasta mayo habíamos cumplido a cabalidad nuestro presupuesto. Sin embargo, el alza del IPC conocido y padecido por todos– hace suponer que la variación de precios superará el 11% anual, lejos de lo habíamos presupuestado. Esa diferencia nos está golpeando duro, sobre todo la fuerte alza de los precios de los alimentos. Y de los gastos básicos: del combustible, tan necesario para pasar este tan frío invierno, y de los productos de aseo y sanitarios, porque la emergencia por COVID-19 no amaina.
Así, hemos tenido que suspender algunos proyectos para ahorrar y contener el incremento del gasto, y hacer esfuerzos de creatividad para allegar nuevos ingresos.
Otro desafío 2022 tiene que ver con el fortalecimiento del vínculo con las autoridades del nuevo gobierno, que –como era de esperarse– ha demorado su instalación, retrasando estas coordinaciones. También se está postergando la agenda legislativa y de avances administrativos a la espera del resultado del plebiscito de salida con la nueva Constitución.
Son tiempos de espera, pero sobre todo de inflación, un fenómeno que las actuales generaciones desconocen y que no sólo afecta al Hogar de Cristo. Sabemos que otras fundaciones, con operación residencial, están padeciendo problemas similares.
Nosotros tenemos 30 jardines infantiles y salas cuna en todo el país, los que atienden a 8 mil niños en sectores vulnerables; en las hospederías hay más de mil 500 camas que cada noche reciben a personas que viven la pobreza más cruda, la de la calle. A ellos nos debemos, y a la defensa de sus derechos y necesidades básicas
Desde hace años hacemos un ejercicio de transparencia, que es lo que pide la sociedad y nuestros socios y colaboradores, publicando una detallada Memoria anual, que da cuenta de todos los aportes que recibimos y de cómo se utilizaron en los distintos programas a lo largo de Chile. La del 2021 ya está disponible en www.HogardeCristo.cl. Es digital y clarísima. Detalla cuánto cuesta la manutención mensual de cada una de las personas que atendemos.
Esos números ayudan a dimensionar lo compleja que está resultando nuestra operación, con una inflación que se incrementa mes a mes y golpea a nuestros donantes, chilenos comunes y generosos, cuyo aporte mensual promedio es de 7 mil pesos. Ellos y nosotros estamos lidiando con el alza del costo de la vida, pero amamos la vida y, por eso, sabemos que los más pobres necesitan que nos esforcemos y sigamos trabajando por ellos con la ayuda y creatividad de todos.
Por Juan Cristóbal Romero, director ejecutivo del Hogar de Cristo