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25M: A 6 años del desastre de Atacama

¿Qué estabas haciendo el 25 de marzo del 2015? ¿Qué proyectos tenías en mente para esos días? y, ¿Cómo se fueron por el suelo producto de los aluviones de esa fecha? Esas son quizás las preguntas más recurrentes cada vez que hablamos del 25M, el evento hidrometeorológico más catastrófico de los últimos 100 años en la región de Atacama.

Los registros indican que fueron más de 10 quebradas las que se activaron producto de un núcleo frío en altura que afectó desde la desde la región de Antofagasta hasta la región del Maule. Si bien las comunas de Taltal y Vicuña fueron las que concentraron la mayor cantidad de precipitación con 67 y 68 milímetros respectivamente de acuerdo a datos de la DGA, el mayor daño fue provocado en Atacama debido al concepto denominado “isoterma 0 C°”.

Roberto Rondanelli, climatólogo del Centro de Ciencia del Clima y la Resiliencia (CR2), explicaba a La Tercera el 26 de marzo del 2015 que lo particular de este evento ha sido el transporte de vapor de agua desde la zona ecuatoriana. “Este aire fue el que aportó la humedad para que se produjeran las precipitaciones y, al mismo tiempo, aumentara mucho la temperatura. Al hacerlo, elevó la línea de la isoterma 0 °C o la línea desde donde empieza a caer nieve, que está muy arriba”, explica. De esta manera, una isoterma que en condiciones normales esta en los 0° a una altura aproximada entre los 1.000 y 2.000 metros, esta vez la nieve partió sobre los 3.500 metros, incluso en algunos lugares en los 4.500 msnm.

De ahí la historia la conocemos y aprendimos de memoria. Desastre, casas con el barro hasta el techo –en algunas localidades-, el colapso de la quebrada de Paipote a la altura de Copayapu en Copiapó; la bajada del río Salado, afectando a las comunas Diego de Almagro y Chañaral, incluyendo a la localidad de El Salado.

Cientos de afectados y damnificados, colapso en los supermercados, racionamiento de alimentos y productos de primera necesidad, un Estado de Excepción Constitucional que permitiría que el Ejército saliera a las calles para apoyar en labores de despeje de rutas y vigilancia de establecimientos de venden productos de primera necesidad. Junto con eso, llegaba la incertidumbre de miles de familias que veían cómo sus casas, sus recuerdos y sus seres más queridos se los llevaba un aluvión que nadie pudo pronosticar. Sus sueños los arrasó el agua y el lodo.

La historia de Álvaro Plaza

Uno de los casos más emblemáticos, es el de Álvaro Plaza, en Diego de Almagro. Un joven con toda una vida por delante, y que hasta el día de hoy, el aluvión se lo quitó a su familia.

La misión personal de servir a la comunidad lo llevó el 7 de octubre del 2014, con 16 años, ingresar al Cuerpo de Bomberos de la comuna minera, y en las labores de ayuda a la comunidad aquel 25M se cayó desde el carro de la institución tratando de salvar a un pequeño de su localidad, llevándoselo el caudal y sin saber más sobre su paradero.

Su padre y su familia desde ese mismo minuto han encabezado una cruzada para buscar fondos, y con el apoyo de algunas empresas y particulares comenzaron su búsqueda, sin tener resultados positivos hasta hoy.

A seis años del capítulo que marcó la vida de una de las tantas familias de Atacama, Álvaro Plaza Santander, padre del joven mártir de Bomberos explica en Nostálgica que: “La resiliencia la llevo muy claro con mi tema, entonces es una parte que a pesar de todos los problemas, crisis o en este caso, un tremendo dolor por la pérdida de un hijo, la vida te enseña que tienes que pararte y seguir adelante. Con mucho dolor, pero a la vez, ese dolor se transforma en amor, en un amor que uno siempre va a llevar como padre, toda la vida, porque uno ha luchado bastante por un ser querido”.

Una emergencia sin precedentes. ¿Nos ha servido para ser mejores? Dicen que los apremios son oportunidades para ver en qué flaqueamos, en todas sus dimensiones. El Gobierno supo que, en términos de obras públicas se debía mejorar mucho, y a nivel personal nos hizo ser mejores personas, más solidarios. Vimos en los ojos de nuestros vecinos y familiares el dolor, y lo compartimos y respetamos. En definitiva, esas tantas pruebas personales y comunitarias que vivimos aquel imborrable 25 de marzo del 2015 nos hicieron ser mas resilientes, recordando, aceptando, pero previniendo también que esto nunca más se repita.

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