El desierto ha vuelto a florecer en la costa del norte chileno, y con él, la emoción de los habitantes de Caleta Los Bronces. El fenómeno del Desierto Florido, que transforma el árido paisaje en un manto de colores, ha comenzado a desplegarse nuevamente gracias a las lluvias inusuales de este año. Sin embargo, la alegría de la comunidad se ve empañada por la preocupación ante el creciente daño causado por visitantes que, pese a los llamados, continúan arrancando flores y alterando el delicado ecosistema.
“Ver florecer en el desierto es un regalo que no se repite todos los años”, lamenta Carmen Araya, presidenta de la Junta de Vecinos de Caleta Los Bronces. “Por eso nos duele tanto cuando la gente viene y se lleva las flores. No entienden que, al hacerlo, están impidiendo que el desierto vuelva a florecer el próximo año.”
El Desierto Florido es un fenómeno natural único que depende de condiciones climáticas excepcionales. Cada flor cumple un ciclo vital que permite la regeneración del ecosistema. Si se interrumpe ese proceso —por ejemplo, al arrancar las plantas antes de que liberen sus semillas— se compromete la posibilidad de que el fenómeno se repita.
Ante esta situación, los vecinos han intensificado su llamado a los turistas: disfrutar del espectáculo sin dañarlo. “Queremos que la gente venga, saque fotos, comparta este regalo natural… pero sin tocar, sin arrancar, sin ensuciar. Que se lleven recuerdos en el corazón, no en las manos”, enfatiza Araya.
La comunidad ha comenzado a organizar actividades de concientización y señalización en los accesos a los sectores más visitados, con el objetivo de educar a los visitantes sobre la importancia de preservar este patrimonio natural.
Desde Caleta Los Bronces, el mensaje es claro: cuidar el Desierto Florido es cuidar la vida que brota en uno de los lugares más áridos del planeta. Y ese cuidado comienza con un gesto tan simple como dejar las flores donde están.
