Por Augusto Céspedes, CEO de Xplora Minerals
Desde hace años, distintos actores de la industria minera han advertido sobre una “sequía de nuevos proyectos mineros” en Chile. En un país que ha sido líder mundial en la producción de cobre, esta escasez de iniciativas greenfield —aquellas que parten desde cero— plantea serias interrogantes sobre nuestra capacidad para sostener y proyectar ese liderazgo en las próximas décadas.
El último informe de Cochilco sobre la cartera de inversiones mineras para el periodo 2024-2033 confirma esta preocupación. Aunque se proyectan inversiones por más de 83 mil millones de dólares, el número de proyectos verdaderamente nuevos — los greenfield— representa una proporción minoritaria tanto en cantidad como en montos. La tendencia está marcada por la expansión o mejora de operaciones ya existentes, o también conocidos brownfield, dejando en segundo plano el descubrimiento de nuevos yacimientos.
Si bien Chile sigue liderando la inversión mundial en exploración de cobre, esta cayó un 4,6% en el último año, según cifras de Cochilco. Además, el 90% de los esfuerzos exploratorios se concentran en las regiones del norte, sin que exista una estrategia clara de diversificación territorial ni incentivos robustos para atraer nuevos jugadores.
Esta concentración en proyectos brownfield puede ser comprensible desde una lógica de reducción de riesgo y búsqueda de retorno a corto plazo, para las mineras, pero como país es insuficiente si queremos sostener el peso de la minería en el desarrollo económico de las próximas décadas.
La oportunidad está sobre la mesa. Se requiere voluntad política para implementar un marco regulatorio ágil y estable, un fondo nacional de fomento a la exploración temprana, incentivos fiscales para quienes apuesten por la exploración en etapa temprana, y mayor acceso a información geológica abierta y estandarizada.
Chile tiene todo para liderar una nueva ola de exploración responsable. Pero sin proyectos greenfield, no hay futuro minero. También se necesita un ecosistema exploratorio: universidades, startups tecnológicas, venture capital minero, geólogos jóvenes, empresas de servicios especializados y gobiernos regionales alineados. Solo así, la exploración se convertirá en un negocio rentable, dinámico y sostenible.
Si Chile quiere seguir liderando la minería a nivel mundial, debe entender que el Estado no puede ser solo un regulador: debe ser un habilitador activo de la exploración. Chile necesita más exploración, más riesgo geológico, más mirada de largo plazo. Necesita greenfields.