Los antibióticos transformaron la medicina moderna. Permitieron tratar infecciones graves, hacer cirugías más seguras y proteger a quienes viven con enfermedades crónicas. Ese avance, que durante décadas dimos por seguro, hoy enfrenta una presión creciente: la resistencia bacteriana. Es un proceso silencioso, pero suficientemente rápido como para poner en riesgo tratamientos que antes funcionaban sin dificultad.
La Semana Mundial de Concientización sobre el Uso de los Antibióticos, que se conmemoró recientemente, invita a mirar este fenómeno con realismo. En distintos países, algunas infecciones ya no responden a terapias habituales y requieren medicamentos más fuertes, más caros o con más efectos adversos. No es un escenario lejano: también puede afectar situaciones cotidianas como una infección urinaria, una herida o una neumonía que antes se resolvía con un tratamiento simple.
En Chile, aunque estos fármacos requieren receta, la automedicación sigue siendo un hábito frecuente. Guardar “lo que sobró”, recomendar un antibiótico a un familiar o usarlo para un resfriado viral son prácticas que aceleran el problema. Cuando un antibiótico se usa sin indicación o se abandona antes de tiempo, no solo pierde eficacia: además impulsa la aparición de bacterias más resistentes.
La responsabilidad es compartida. Consultar a un profesional, no automedicarse, completar los tratamientos y no reutilizar medicamentos son pasos esenciales para proteger su eficacia. A eso se suman políticas públicas firmes y campañas educativas permanentes que traduzcan la ciencia en mensajes simples y prácticos para la vida diaria.
Cuidar los antibióticos es cuidar nuestro presente y el de quienes vendrán. Todavía estamos a tiempo de hacerlo.
Por Dr. Sebastián Rivera, Medicina General Los Carrera Interclínica




