Muchos de los estudios paranormales se basan en pseudociencia. Así lo ha demostrado la escasez de evidencia y la falta de parámetros claros frente a estos fenómenos.
No obstante, en las últimas décadas, el mundo académico ha abierto la posibilidad de que los hechos paranormales puedan potencialmente existir.
Por este motivo, lo estudian en la División de Estudios Perceptuales (DOPS, en sus siglas en inglés) de la Facultad de Medicina de la Universidad de Virginia, en Estados Unidos.
Esta división, que parece inspirada en “Los expedientes secretos X”, se encarga de recolectar evidencia científica del más alto nivel.
Al respecto, en su sitio web, la división expresa que la principal tarea de sus miembros —entre ellos psiquiatras y expertos en ciencias neuroconductuales— es la “evaluación rigurosa de evidencia empírica de experiencias y capacidades humanas extraordinarias”, o sea, investiga casos donde la consciencia podría sobrevivir a la muerte y profundiza en los supuestos recuerdos de vidas pasadas de niños, entre otros fenómenos.
Puedes leer su historia a continuación.
El DOPS: la atípica división universitaria de lo paranormal
Esta innovadora unidad de investigación, fue fundada en la Facultad de Medicina de la Universidad de Virginia en 1967, por el psiquiatra Ian Stevenson, una eminencia del Departamento de Psiquiatría de la casa de estudios que, con 38 años, ya estaba realizando cátedras.
Así pues, el trabajo de Stevenson, estuvo enfocado en las experiencias cercanas a la muerte y la reencarnación, siendo la columna vertebral de este centro de investigación parapsicológica.
De acuerdo con The Atlantic, el médico registró más de 2500 casos y publicó numerosos papers académicos desde 1969.
Si bien podría parecer un trabajo sin pies ni cabeza, lo cierto es que el grupo de investigadores agrupa los perfiles de los pacientes en una base de datos electrónica, con el objetivo de buscar patrones conductuales.
En efecto, a pesar del escepticismo de la comunidad científica, lo hecho por Stevenson ha tenido un eco inesperado en varias generaciones de investigadores.
Jim Tucker, quien fue profesor Asociado Bonner-Lowry de Psiquiatría y de Ciencias Neuroconductuales, es licenciado por la Universidad de Carolina del Norte en Chapel Hill y doctor en Medicina por la Universidad de Carolina del Norte, trabajó por más de 20 años en el DOPS, entrevistando niños que afirmaron tener recuerdos de vidas pasadas.
Según contó Tucker a The Atlantic, es usual que algunos niños tengan recuerdos de décadas pasadas y “a miles de kilómetros de distancia”. Eso sí, para el ex investigador este fenómeno sugiere la “supervivencia de la personalidad después de la muerte”, es decir, la posibilidad de que exista posiblemente la reencarnación.
“El principal esfuerzo consiste en documentar con el mayor cuidado posible lo que dice el niño y determinar qué tan bien coincide con una persona fallecida”, dijo Tucker a The Atlantic. “Y en los casos más evidentes, esas similitudes pueden ser bastante convincentes”.
La duda razonable
Con respecto a los esfuerzos de los investigadores para hallar pruebas en torno a los niños que recuerdan supuestas vidas pasadas, el DOPS está atento a las señales que remiten a una existencia anterior, como la posibilidad de reconocer detalles insólitos sobre vidas pasadas.
En ese sentido, los expertos enfatizan que es motivo de interés, que un niño mantenga datos de acontecimientos históricos o recuerde antecedentes biográficos exactos.
Según los datos de la DOPS, entre los 2 y 6 años, una parte de los niños entrevistados confesó que los recuerdos que aún se mantienen vigentes, pertenecen a la vida de un familiar fallecido, recogió The New York Times.
No obstante, hasta Stevenson expresó su escepticismo sobre hallar pruebas concluyentes. “Las pruebas no son impecables y, desde luego, no obligan a tal creencia”, afirmó el fundador del centro de investigación parapsicológica durante una conferencia en la Universidad de Luisiana en Lafayette en 1989.
“Incluso la mejor de ellas está abierta a interpretaciones alternativas, y solo cabe censurar a quien dice que no hay prueba alguna”, remarcó Stevenson.
Un cambio de mentalidad
Pese a sus esfuerzos personales y del equipo académico, Tucker cree que la búsqueda de comprobar que la consciencia sobrevive a la muerte física, podría otorgar un nuevo significado profundo a la muerte. “Sin duda podría influir en la forma en que la gente ve su vida”, expresó Tucker a NYT.
“Creo que es una visión más esperanzadora que la idea de que esto solo es un universo aleatorio que carece de sentido. Por supuesto, la gente encuentra esto en su religión, pero si pudieran ver que existe este aspecto de sí misma que continúa, podría ayudar con el duelo y la ansiedad ante la muerte y, ya sabes, con suerte ayudaría a que la gente se tratara un poco mejor. Habría una sensación más fuerte de que todos estamos juntos en esto de que, de nuevo, no se trata de una existencia sin sentido”, agregó Tucker.
Mientras tanto, en Estados Unidos, la División de Estudios Perceptuales continúa indagando casos nuevos. Como el testimonio de Aija, una niña de dos años, que empezó a tener un peculiar comportamiento, cuando empezó a mencionar a una mujer llamada Nina, a quien le encantaba tocar el piano y bailar.
Sin embargo, cuando Aija hablaba como Nina, la pequeña cambiaba su actitud, publicó The Washington Post, que entrevistó a los padres de la menor.
Un día, mientras Aija jugaba con su madre, la niña recordó repentinamente que “Nina tiene un número en el brazo”, reconoció Marie, la madre de Aija.
“Había un dolor tan profundo allí”, dijo la madre, sobre la experiencia de su hija. Ya que el hecho en sí, parecía superar cualquier lógica: “La expresión de su rostro… era demasiado mayor”, dijo Marie. “¿Tiene sentido?”, se preguntó la madre.
Así como este caso, pareciera que hay más preguntas que respuestas.
Fuente: BioBioChile