Dr. Nicolás Caselli Benavente
Director Ingeniería Civil Informática
Universidad Andrés Bello
Aun con la reforma que elevó al 35 % las horas no lectivas, la realidad diaria muestra que la planificación (guías, rúbricas, informes) sigue robando valiosos minutos de aula y de vínculo con el estudiante. Frente a esta presión, los modelos de inteligencia artificial generativa (IAG) se están convirtiendo en el aliado más potente para descargar tareas repetitivas y liberar capacidad docente.
Herramientas como ChatGPT, Gemini, Claude o Copilot producen en segundos el esqueleto de una unidad, sugieren actividades diferenciadas y redactan comentarios de retroalimentación personalizados. Un buen prompt basta para transformar un texto del currículum nacional en preguntas de debate, infografías o quizzes autocorregibles. La reciente guía ministerial “PotencIA el Aprendizaje” legitima este camino y, además, el Centro de Innovación del Mineduc ya ofrece webinars y talleres en todas las regiones, incluida la nuestra, para profundizar en un uso ético y efectivo.
Las posibilidades van más allá de la pura planificación. Con generadores de imágenes y video basados en texto, es posible crear láminas interactivas, simulaciones de laboratorio o recorridos virtuales que conecten la materia con el entorno del estudiante. Plataformas formativas del propio Mineduc muestran ejemplos de cómo estas herramientas elaboran materiales adaptados a intereses, ritmos y estilos de aprendizaje, reforzando la atención y la motivación en clases multigrado.
El impacto inclusivo merece un capítulo aparte. En la última Feria de Tecnología y Autismo TrasTEA se presentó AInara, una IA generativa “todo en uno” que permite a los docentes diseñar cuentos sociales, pictogramas o agendas visuales ajustadas a las necesidades sensoriales de estudiantes con condición TEA en cuestión de minutos. Estos avances ilustran cómo la personalización automática puede tender puentes donde antes solo había barreras.
En la región del Biobío ya se han desarrollado seminarios abiertos, capacitaciones y pilotos de aula que demuestran la viabilidad de estas prácticas. Como UNAB hemos tenido la oportunidad de compartir experiencias en diversos colegios, mostrando en vivo cómo la IAG acelera la planificación y permite redirigir el tiempo hacia la creación de recursos didácticos, la observación en sala y la conexión con la realidad de cada curso.
Avanzar requiere una alianza virtuosa universidad–escuela. Desde nuestra carrera ponemos a disposición la posibilidad de crear pasantías, mentorías y un laboratorio de prompt engineering para que los equipos docentes experimenten con seguridad, evalúen impacto y construyan evidencia local.
La tecnología ya está madura, lo que falta es atreverse a verla como aliada estratégica y no como una amenaza, porque no reemplaza la labor docente, sino que la potencia. Aprovechémosla para que cada segundo ganado a la burocracia se invierta en lo que ningún algoritmo puede replicar: el arte de enseñar con humanidad y sentido.