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Otra vez… ¿CEP o no CEP?

Rodrigo Rojas Veas – Rector Santo Tomás Copiapó

Esta semana se conocieron los resultados de la encuesta CEP realizada en mayo de este año. Este estudio representa una suerte de oráculo para el mundo político y en el ambiente de las investigaciones de opinión pública, se le significa como una de las encuestas que tiene mayor rigor metodológico, asignándole un grado alto de capacidad de reconocimiento de las tendencias nacionales de opinión.

Esta encuesta siempre motiva un debate acerca de la calidad de la misma y, particularmente de los resultados relacionados con la evaluación de los principales problemas que reconoce la ciudadanía. Frente a esto, la racionalidad indica que lo conveniente es estudiarlos para extraer conclusiones que ayuden a mejorar las decisiones que involucran políticas públicas, evitando caer en la tentación de “matar al mensajero porque trae malas noticias”.

En esta ocasión, los resultados muestran un aumento respecto del año 2018, de la preocupación ciudadana en los ámbitos de la seguridad y la corrupción, una estabilización en la inquietud por las pensiones, y la presencia permanente de la Salud y la Educación.  Respecto de la situación económica, tanto personal como del país, destaca el aumento en la sensación de que esta es peor en la actualidad, y la caída de la expectativa de que esta será mejor en los próximo 12 meses, comparadas con mediciones anteriores. Otro aspecto interesante del estudio es el anexo sobre satisfacción con la vida en el que se revela con nitidez, el que, pese a la coyuntura y a la visión más bien negativa sobre la marcha del país, las personas siguen declarando sentirse mayoritariamente bien con sus vidas y siguen pensando que su situación personal es mejor que la de los demás. Este desacople entre la percepción de lo individual y lo colectivo, se confirma si observamos que en materia económica los encuestados manifiestan que creen que su situación actual y futura es y será mejor que la del país.

Por último, constatar la atribución de la supuesta capacidad de este estudio para motivar decisiones de gran envergadura como el gatillar un cambio de gabinete, lo que se planteó en los días previos e incluso, después de sucedido este, se dijo que el Gobierno lo había hecho el mismo día y casi al mismo tiempo para copar la agenda y así desviar la atención respecto de sus resultados.

Así como no hay que matar al mensajero, tampoco hay que elevarlo a la categoría de gran decisor. La gobernanza de un país requiere mayor seriedad.

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