Una explícita demostración de fuerza y presión al régimen de Maduro, que ha provocado reacciones. Se justifica para impedir el narcotráfico de Venezuela a Estados Unidos, desde Colombia, y amenaza a su seguridad acorde al programa de Trump. Ordenó una flotilla con unidades de última generación, un crucero con misiles, destructores, un submarino nuclear, lanchas de desembarco y unos 4.500 efectivos, apostados fuera de las aguas territoriales venezolanas, que todavía no ejecutan sus operaciones, pero acechan atemorizantes a los que lo intenten.
Venezuela ha reaccionado con denuncias, discursos, movilizaciones, la “Milicia Nacional Bolivariana” y la acostumbrada retórica chavista ante la “amenaza imperialista”, y un confuso “proceso interno de aceleración y reorganización dinámica y despliegue”, envío de tropas a la frontera colombiana, la búsqueda de apoyos de países amigos y la Alianza para los pueblos Bolivarianos (ALBA). Sólo declarativas de afines incondicionales. El resto, con posiciones cautelosas y Rusia y China, una prudente prescindencia.
Penden acusaciones de dirigir el “cártel de los soles” (las insignias de los generales), y Estados Unidos ha ofrecido millones de dólares por Maduro, Diosdado Cabello y Padrino López, equiparándolos a criminales. Se les busca por dirigir un “narco-estado” dictatorial, apoyado en elecciones ilegítimas, violador de derechos humanos, y de tratados sobre: estupefacientes (1961), sicotrópicos (1971), tráfico ilícito (1988), blanqueo de dinero (Palermo 2000), corrupción (Mérida 2003), y otros sobre crimen organizado transnacional. Las acciones futuras se desconocen, y la posición sobre Venezuela ha cambiado.
Por Samuel Fernández Illanes, Ex embajador y académico U.Central