Frente a la elección presidencial de noviembre y los diversos debates de los candidatos, una de las aristas en materia económica dice relación con algunas propuestas en materia fiscal que ha captado la atención de los aspirantes a La Moneda: la reducción del impuesto corporativo.
Las cartas presidenciales de la oposición mejor aspectados en las encuestas, José Antonio Kast y Evelyn Matthei, así como el sector privado, han enfatizado en la importancia de disminuir la presión fiscal sobre las empresas, sugiriendo una reducción de la tasa de impuesto a la renta de las empresas (impuesto de primera categoría) del actual 27% a un 23%, o un 20% en caso de empresas que den más empleo -como ha planteado Kast- e incluso Matthei ha hablado de una reducción a un 10% para pymes.
Una postura radicalmente contraria es la que ha mostrado, por su parte, la candidata oficialista Jeannette Jara, quien ha reiterado que no está entre sus planes modificar este gravamen, aludiendo al negativo impacto que esto tendría -a su juicio- sobre las arcas fiscales.
Al respecto, economistas y académicos consultados coinciden en que una rebaja del impuesto corporativo puede impulsar la inversión, pero advierten que la magnitud de ese efecto debe leerse con cautela, que el beneficio se diluye si la medida no es creíble y permanente, y que cualquier ajuste debe resguardar la sostenibilidad fiscal.
Y en medio de la discusión, han surgido algunas cifras. El informe “¿Menos impuestos, más inversión? Efectos de reducir los impuestos corporativos en Chile” de Bold Economics —firmado por Christian F. Jiménez (director general y economista experto en tributación internacional) y Martín Gutiérrez (economista asociado)— estima, mediante un modelo econométrico de Vector Autorregresivo Estructural (SVAR), sobre series trimestrales desde 1996, que una caída de 1 punto porcentual en la tasa de impuesto de primera categoría se asocia a un aumento de 5,8% en la inversión, que se materializa en el segundo y tercer trimestre posteriores al cambio.
El estudio calcula, con datos al primer semestre de 2025, que aquello equivale a cerca de US$750 millones adicionales de inversión.
Para el PIB, el ejercicio arroja que la economía aceleraría su crecimiento en 1,4% en el trimestre siguiente a la rebaja, con un efecto transitorio que se diluiría desde el cuarto trimestre.
A un tipo de cambio de $933,91 por dólar, el informe traduce ese impulso en US$794 millones adicionales de producto. La tesis de fondo: los recortes al tributo corporativo abaratan el costo de uso del capital, elevan el retorno esperado y gatillan más inversión y, por arrastre, actividad.
A partir de ahí, las posturas se dividen: algunos estiman que el impacto estimado por el estudio luce elevado, otros empujan por un recorte inicial a 23% como paso “prudente y fiscalmente responsable”, y hay quienes ponen el foco en los efectos de largo plazo y en la holgura fiscal.
La magnitud del impacto: un punto de divergencia
Respecto a la cifra de crecimiento en la inversión presentada por Bold Economics, la economista y docente del ESE Business School, Cecilia Cifuentes, expresó que le llamó la atención “lo significativo que resulta en este análisis, la reducción del impuesto en el impacto en la tasa de inversión. Yo lo que he visto de los estudios es que el impacto es menos de lo que se muestra en este estudio”, señaló.
Cifuentes sugirió que el modelo podría estar sobreestimando el efecto, al no haber aislado otros factores que han dañado la inversión en Chile.
En sus palabras: “No sé cómo aislaron otros elementos que se produjeron, como todo el tema del deterioro en la seguridad pública, del aumento muy serio que hubo en el tema de la permisología, que son impactos bien relevantes, el deterioro en el clima político, todo eso son elementos que contribuyeron en Chile, que se dieron en conjunto con el aumento de la tasa de impuestos y que dañan la inversión”.
Una postura similar fue planteada por Juan Ortiz, economista sénior del Observatorio del Contexto Económico (OCEC) UDP, quien si bien valida el enfoque teórico del informe, expuso otros datos sobre la mesa.
Ortiz citó un informe de la Comisión Marfán, que a fines de 2023 estimó que “una reducción de 1% en el impuesto de primera categoría elevaría el nivel del PIB en 0,65 puntos porcentuales a lo largo de 10 años”, una cifra que “dista significativamente de los indicando en el estudio, lo cual puede obedecer a aspectos metodológicos de los modelos utilizados, lo cual invita a ser precavido en sus conclusiones”.
Por su parte, Patricio Órdenes, economista e investigador de Faro UDD, si bien reconoció que el estudio “sugiere una respuesta relativamente grande de una rebaja del impuesto corporativo sobre la inversión”, puntualizó que “para efectos del bienestar no es tan relevante el efecto de corto plazo como el de largo plazo”, recordando que los efectos positivos del crecimiento “decaen en el tiempo”.
No obstante, Alejandro Weber, decano de Economía, Negocios y Gobierno de la Universidad San Sebastián, se mostró más alineado con los resultados de Bold Economics-
Para él, “la aproximación general del estudio es correcta: la evidencia demuestra que rebajas en los impuestos corporativos gatillan incrementos relevantes en la inversión y en el crecimiento total del PIB”.
Weber insistió en que “es imperativo insistir en bajar el impuesto a las empresas para aumentar la inversión y volver a crecer”, proponiendo una rebaja inicial “al 23% (que) es prudente y fiscalmente responsable”.
El desafío crucial de la sostenibilidad fiscal
Más allá de la magnitud del impacto, un punto de consenso entre los expertos fue la crucial necesidad de considerar la sostenibilidad fiscal al momento de plantear una rebaja de impuestos.
Cecilia Cifuentes advirtió sobre el riesgo de un impacto negativo si no se compensa la pérdida de recaudación. “No basta tampoco con reducir esta tasa de impuesto sin ver el impacto que eso tiene en las finanzas públicas. Porque si simplemente se reduce el impuesto y no se busca forma de compensar, lo que ahí tiene uno es un aumento del riesgo país que tiene un impacto negativo en la inversión”, afirmó.
En la misma línea, Ortiz recalcó que “cuando se analizan cambios tributarios, no solo debe considerarse un impacto a nivel de PIB, sino también a nivel de finanzas públicas”.
Sin embargo, el ex subsecretario de Hacienda profundizó cómo abordar este desafío.
Según sus cálculos, “cada punto de impuesto corporativo equivale a 0,14% del PIB de recaudación, unos US$470 millones”. A pesar de la menor recaudación inicial, argumentó que esta se “compensa parcialmente con el mayor crecimiento de la economía”.
Su conclusión es que una rebaja de cuatro puntos porcentuales (del 27% al 23%) tendría un “efecto neto cercano a 0,36% del PIB, lo que se puede recuperar sin demasiada complejidad con un ajuste del gasto público en esa misma proporción”.
Un consenso en la necesidad de competir a nivel global
A pesar de las diferencias en el análisis numérico, existe un claro consenso entre todos los expertos sobre la necesidad de que Chile reduzca su tasa de impuesto corporativo para mejorar su competitividad.
Cifuentes aseguró que una reducción “sí tendría en Chile un impacto en la inversión, a lo mejor de menor magnitud, sobre todo por el hecho de que estamos con una tasa de impuestos que globalmente es muy poco competitiva”. Y agregó que “no basta con reducirla a un punto. Hay que reducirla al menos al nivel promedio de la OCDE”.
Esta idea es reforzada por Weber, quien manifestó: “El impuesto corporativo en Chile ha aumentado de forma significativa en las últimas décadas, muy por sobre el promedio de la OCDE que hoy es del 22%”.
Con datos del FMI, añadió que “los países que bajaron sus impuestos corporativos promediaron un crecimiento del 4,3% (2010-2024) durante los tres años posteriores a la vigencia del nuevo régimen; mientras aquellos subieron la tasa crecieron a penas al 1,2%”.
Como un “caso paradigmático de éxito”, mencionó a Irlanda, que “rebajó su impuesto corporativo de cerca del 50% a un 12,5% y hoy quintuplican nuestro PIB per cápita y son un polo de atracción de inversión”.
Órdenes también se sumó a este punto, afirmando que “Chile sí necesita rebajar su tasa de impuesto corporativo, puesto que haberla subido en un momento en el que el resto del mundo desarrollado la venía bajando, nos ha costado competitividad”.
El académico UDD concluyó que “la mayor inversión ocurre solo cuando la rebaja es permanente y creíble. Si hay sospechas que se revertirá en el corto plazo, los efectos de largo plazo serán significativamente menores”.
Fuente: Emol