El desempleo femenino en Chile ha evidenciado una tendencia persistente y preocupante, reflejando profundas desigualdades estructurales en el mercado laboral. En el trimestre móvil marzo-mayo, por primera vez en cuatro años la tasa de desocupación femenina superó la barrera de los dos dígitos, alcanzando un 10,1%, mientras que en abril-junio de 2025, fue 9,9%, superando la de los hombres (8,9%) y revelando una brecha de género que se mantiene en el tiempo.
Esta disparidad se explica, en parte, por la alta concentración de mujeres en sectores económicos más vulnerables, como el comercio y los servicios personales, que han sido especialmente afectados por la pandemia y la posterior crisis económica. Además, las mujeres enfrentan una carga desproporcionada de trabajo no remunerado, como el cuidado de niños, adultos mayores y personas dependientes, lo que limita su disponibilidad para empleos remunerados y reduce sus posibilidades de acceder a trabajos formales y bien remunerados.
Si bien ha habido avances en la participación laboral femenina, persisten barreras como la escasa oferta de empleos con condiciones dignas, la discriminación en procesos de selección y promoción, y la falta de políticas públicas que respondan a las necesidades de conciliación entre trabajo y vida personal. La ausencia de sistemas de cuidado accesibles y universales, junto con una débil implementación de medidas de equidad laboral, ha impedido una mejora sustancial en las cifras de empleo femenino. En este contexto es prioritario fortalecer las políticas de inclusión laboral con enfoque de género, promover la corresponsabilidad en las tareas de cuidado y garantizar condiciones laborales equitativas que permitan a las mujeres participar plenamente en el desarrollo económico del país.
La menor presencia de las mujeres es transversal, además, a las distintas esferas y posiciones. En espacios de toma de decisiones dentro de las empresas es crucial también avanzar hacia la igualdad de género para mejorar los resultados organizacionales. La inclusión femenina en posiciones de liderazgo no sólo responde a una cuestión ética, sino que también tiene un impacto positivo en la eficiencia empresarial y en el desempeño de las organizaciones al aprovechar la diversidad de perspectivas y habilidades que las mujeres aportan.
En cargos de mayor responsabilidad, su participación suele estar limitada a niveles jerárquicos medios, como supervisión y gerencia, mientras que en los puestos de liderazgo principales su representación es considerablemente baja. De hecho, las mujeres ocupan menos de una cuarta parte de estos puestos en empresas a nivel mundial, lo que refleja la persistencia del “techo de cristal” que restringe su avance profesional. Por ejemplo, en un análisis de 76 empresas globales, sólo el 11% contaban con una mujer en el cargo más alto de dirección, mientras que el 89% restante estaba liderado por hombres. En Chile, en tanto, el 54% de los directorios de las grandes compañías están compuestos exclusivamente por hombres, 45% de forma mixta y sólo el 1% exclusivamente por mujeres, de acuerdo con cifras entregadas por la Presidencia. Solo un 22% de mujeres participa en directorios de grandes empresas.
Las organizaciones desempeñan un papel clave en la promoción de la igualdad de género. Implementar políticas y programas que fomenten la participación femenina en cargos de liderazgo es esencial para reducir la brecha de género. Esto incluye, por ejemplo, iniciativas de conciliación laboral y familiar, así como estrategias para eliminar los estereotipos y barreras invisibles que limitan el acceso de las mujeres a roles de responsabilidad, así como la ley “Más Mujeres en Directorios” promulgada el 11 de agosto del 2025 en Chile cuyo objetivo es aumentar la participación femenina en los directorios de las sociedades anónimas abiertas y especiales fiscalizadas por la Comisión para el Mercado Financiero (CMF). Esta iniciativa responde a la necesidad de corregir la baja representación de mujeres en espacios de toma de decisiones empresariales
Este tipo de leyes permite que la participación de las mujeres en espacios de toma de decisiones empresariales es indispensable no solo desde un enfoque de justicia social, sino también desde el punto de vista del desarrollo organizacional y económico. Aunque se han realizado esfuerzos importantes para fomentar su inclusión, persisten desafíos estructurales y culturales que deben ser abordados para garantizar una representación más equitativa en los niveles más altos de liderazgo. Esto requiere acciones concretas por parte de las empresas, gobiernos y la sociedad en general, con el objetivo de construir un entorno más inclusivo y diverso que permita a las mujeres alcanzar su máximo potencial.
Por Lilian San Martín Medina. Presidenta Comité Igualdad de Género. Facultad de Ingeniería UNAB. Vicepresidenta Comité de Género CPC Biobío.
FUENTE: AGENCIA