Además de impactar la salud de las personas, estas pruebas han tenido importantes consecuencias medioambientales. Entre 1946 y 1958, EE.UU. realizó 67 pruebas nucleares conocidas en las Islas Marshall, que tuvieron un rendimiento explosivo total equivalente a 7.232 bombas de Hiroshima.
Al crecer en Salt Lake City, Utah, en las décadas de 1950 y 1960, Mary Dickson estuvo entre los millones de escolares estadounidenses a quienes se les enseñó a “agacharse y cubrirse” en caso de una guerra nuclear.
En ese momento, Dickson no sabía que se estaban detonando armas nucleares en el estado vecino de Nevada mientras EE.UU. probaba su nuevo arsenal. Ella vivía a sotavento, en la dirección en que viajaba gran parte de la lluvia radiactiva de las pruebas atmosféricas.
Asegura que ha sufrido de cáncer de tiroides; su hermana mayor falleció de lupus a los cuarenta y tantos años; a su hermana menor le dijeron recientemente que su cáncer intestinal se ha extendido a otras partes de su cuerpo; y sus sobrinas también tienen problemas de salud.
Dickson dice que una vez contó 54 personas de su vecindario de la infancia de cinco cuadras que habían sufrido de cáncer, enfermedades autoinmunes, defectos de nacimiento o abortos espontáneos.
Se desconoce qué causó su cáncer, debido a que es difícil atribuir responsabilidad directa, pero se acepta generalmente en la comunidad médica que la exposición a la radiación aumenta el riesgo de cáncer, dependiendo del nivel de exposición.
“La exposición a la radiación aumenta la probabilidad de contraer cáncer, y el riesgo incrementa a medida que la dosis aumenta: cuanto mayor sea la dosis, mayor será el riesgo”, dice la Agencia de Protección Ambiental de EE.UU., citando estudios que siguen a grupos de personas expuestas a la radiación.
Colectivamente, aquellos que vivieron y estuvieron expuestos en los estados que rodean el sitio de pruebas de Nevada, que incluyen Arizona, Nevada, Utah, Oregón, el estado de Washington e Idaho, llegaron a ser conocidos como “downwinders”.
“Es devastador”, comentó Dickson, una dramaturga y defensora de los sobrevivientes de las pruebas de armas nucleares en EE.UU. “No puedo decirte cuántos amigos he tenido, y sus cánceres han regresado… El daño psicológico no desaparece. Pasas el resto de tu vida preocupado de que cada bulto, cada dolor (signifique) que ha vuelto”.
“La Guerra Fría para nosotros nunca terminó”, añadió. “Todavía vivimos con sus efectos”.
La era nuclear comenzó hace 80 años cuando EE.UU. lanzó dos bombas atómicas sobre las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki cerca del final de la Segunda Guerra Mundial. Las bombas mataron a unas 110.000 personas instantáneamente y ayudaron a poner en marcha la carrera armamentista de la era de la Guerra Fría en la que EE.UU. y la Unión Soviética, así como Reino Unido, Francia y China, se apresuraron a desarrollar armas nucleares cada vez más potentes.
Realizaron más de 2.000 pruebas entre 1945 y 1996, cada uno estableciendo su propia disuasión nuclear que, dependiendo de su punto de vista, o bien sustenta o socava la seguridad mundial hasta el día de hoy.
Y como en Japón, donde cientos de miles de personas murieron a causa de lesiones y enfermedades relacionadas con la radiación en los años posteriores a 1945, estas pruebas nucleares perjudicaron las vidas, la salud y la tierra de las personas que vivían cerca.
Posteriormente, India, Pakistán y Corea del Norte también ejecutaron sus propias pruebas, antes de que una serie de tratados internacionales frenaran casi por completo la práctica. Solo Corea del Norte ha probado armas nucleares en el siglo XXI –más recientemente en 2017– y no se han realizado pruebas atmosféricas desde 1980.
Aun así, “no es un problema del pasado”, dijo Togzhan Kassenova, investigadora no residente en el Carnegie Endowment for International Peace que estudia la política nuclear.
Aunque estas armas nucleares fueron detonadas hace décadas, “muchas personas todavía están pagando el precio”, le dijo a CNN.
“Compartimos las mismas historias”
Las potencias nucleares anteriores probaron sus bombas en lugares que consideraban remotos y escasamente poblados, a menudo en territorios que habían colonizado, lejos de sus propios centros de población principales.
“Sus prioridades (eran) tales que creían que las pruebas eran absolutamente necesarias por razones de seguridad nacional y si tomas eso como una verdad absoluta y todo lo demás es una especie de ‘quién sabe, no sabemos, probablemente estará bien’, es muy fácil llegar a una situación en la que tu respuesta predeterminada es hacerlo”, dijo a CNN Alex Wellerstein, profesor asociado del Stevens Institute of Technology en Nueva Jersey.
Estados Unidos llevó a cabo sus pruebas nucleares principalmente en Nevada y las Islas Marshall, en el Pacífico central; la Unión Soviética en Kazajistán y en el archipiélago de Nueva Zembla en el océano Ártico; el Reino Unido en Australia y el atolón pacífico de Kiritimati, antes conocido como Christmas Island; Francia en Argelia y la Polinesia Francesa; y China en Lop Nur, un remoto sitio desértico en la provincia occidental de Xinjiang.
La Unión Soviética probó más de 450 bombas en su sitio de pruebas de Semipalátinsk en Kazajistán de 1949 a 1989, en ciudades de alto secreto, construidas para pruebas nucleares. Los residentes cercanos “no conocían realmente todo el alcance de esto”, dijo a CNN Aigerim Seitenova, experta en justicia nuclear e igualdad de género y cofundadora de la Qazaq Nuclear Frontline Coalition.
“Muchos de mis parientes fallecieron temprano cuando yo era una niña y no entendía por qué morían a los 40 y 50 años”, comentó, y agregó que ella y muchos miembros de su familia sufren de problemas de salud crónicos. “En ese momento, pensé que eran viejos”.
Años de secretismo en torno al sitio de pruebas han dado paso a años de tabú, dijo Seitenova, y asegura que hacer un documental sobre el impacto intergeneracional del legado nuclear de Kazajistán en las mujeres fue un “proceso de sanación” para ella, mientras buscaba restaurar su agencia.
Seitenova añade que cuando la película fue traducida al japonés y mostrada en Hiroshima, le recalcó que las “experiencias del pueblo kazajo no son únicas”.
“Compartimos las mismas historias de la Polinesia Francesa del Pacífico, las Islas Marshall, Australia”, afirmó.
“Somos los principales expertos en el impacto humanitario de las armas nucleares”, indicó, lamentando que, si bien los científicos de Occidente se consideran expertos, “aquellos con experiencias vividas en realidad no siempre son tomados en serio”.
Comprender el impacto total de las pruebas nucleares es difícil: es tanto disputado como difícil de cuantificar, dada la dificultad de atribuir problemas de salud a una única causa y de evaluar las consecuencias sociales más amplias para las comunidades. Varios estudios han intentado medir estos efectos, produciendo a menudo resultados que contienen bastantes incertidumbres.
Un estudio realizado por el Instituto Nacional del Cáncer (NCI) en 1997 estimó que las pruebas de armas nucleares en superficie en Nevada entre 1951 y 1962 habrían producido entre 11.300 y 212.000 casos de cáncer de tiroides en exceso a lo largo de la vida; una revisión posterior de sus hallazgos concluyó que el número de casos en exceso probablemente se encontraba en el extremo inferior del rango.
Estudios realizados en la región que rodea el sitio de pruebas de Semipalátinsk encontraron que las tasas de mortalidad por cáncer y las tasas de mortalidad infantil durante el período más intensivo de pruebas nucleares, de 1949 a 1962, fueron más altas que en otras partes de Kazajistán. Kassenova señaló que cuando regresa a la región, se encuentra con niños que son descendientes de cuarta o quinta generación de quienes vivieron ese período y tienen problemas de salud que atribuyen a la contaminación nuclear.
Otro estudio del NCI realizado en las Islas Marshall proyectó que entre el 0,4 % y el 3,4 % de los cánceres de por vida entre las personas que vivieron allí entre 1948 y 1970 podrían ser causados por la exposición a la radiación. Esa cifra asciende a entre el 28 % y el 69 % para las 82 personas que vivían en los atolones de Rongelap y Ailinginae sobre quienes la lluvia radiactiva cayó como nieve después de una prueba de 1954 con nombre en clave Castle Bravo.
El equivalente a 7.232 bombas de Hiroshima
Además de impactar la salud de las personas, estas pruebas han tenido importantes consecuencias medioambientales. Entre 1946 y 1958, EE.UU. realizó 67 pruebas nucleares conocidas en las Islas Marshall, que tuvieron un rendimiento explosivo total equivalente a 7.232 bombas de Hiroshima.
EE.UU. reubicó a los habitantes de las Islas Marshall que vivían en o cerca de los atolones utilizados como sitios de prueba y algunos aún no han regresado a su tierra natal, a pesar de los intentos en las décadas de 1970 y 1980. Miles de habitantes de las Islas Marshall viven ahora en Springdale, Arkansas, donde preservan la cultura de su pueblo, y también en comunidades más pequeñas en Oklahoma, Kansas y Missouri.
Cinco islas fueron parcial o completamente destruidas, y partes de las Islas Marshall están “todavía contaminadas” casi 70 años después, según Ivana Nikolić Hughes, quien forma parte de un equipo de investigación de la Universidad de Columbia que ha investigado los niveles de radiación allí.
Algunos isótopos radiactivos se concentran en las fuentes de alimentos, explicó Hughes a CNN, citando el proceso de “bioacumulación”.
“Encontramos valores muy altos de un isótopo llamado Cesio-137 en los alimentos, y ese isótopo es químicamente similar al potasio”, explicó. “Debido a que las plantas siguen tomando nutrientes del suelo, van a bioacumularse”.
Los cangrejos cocoteros que viven en las islas “comen muchos cocos, por lo que el equipo pudo literalmente apuntar un detector de radiación a un cangrejo cocotero, y este daría lecturas altas”, dijo.
“El suelo tiene cierta cantidad, los cocos lo concentran aún más, y luego el cangrejo cocotero lo concentra aún más. Eso sucedería si los humanos estuvieran en esa isla, comiendo alimentos cultivados localmente de forma regular”.
EE.UU. limpió algunas partes de las Islas Marshall, y donde lo hicieron, Hughes dijo que los investigadores “no encontraron evidencia de contaminación allí actualmente”.
Pero al construir la infraestructura necesaria para las pruebas nucleares, y en los esfuerzos de limpieza posteriores, EE.UU. arrasó la vegetación, cambiando los ecosistemas locales.
Gran parte de los residuos fueron vertidos en el atolón de Enewetak en un cráter sin revestimiento cubierto con una tapa de hormigón, ahora conocido como la Cúpula de Runit; la Comisión Nuclear Nacional de las Islas Marshall y las Naciones Unidas han expresado su preocupación por su seguridad.
El Departamento de Energía de EE.UU. dijo en un informe de agosto de 2024 que los programas de monitoreo en curso muestran que “no tiene potencial para aumentar los riesgos para la salud de los residentes en el Atolón de Enewatak por las condiciones actuales o futuras considerando los impactos del cambio climático, incluyendo una falla hipotética de la Cúpula de Runit”. El Departamento de Energía aún no ha respondido a la solicitud de comentarios de CNN.
Un ajuste de cuentas en curso
A medida que los efectos a largo plazo de las pruebas nucleares han sido cada vez más reconocidos, algunos “downwinders” han sido reconocidos con compensación, cuyo nivel varía de un lugar a otro.
Las Islas Marshall han recibido pagos de compensación de EE.UU. pero dicen que estos son insignificantes en comparación con la verdadera magnitud de los daños.
Las autoridades kazajas incluyeron a 1,2 millones de personas en su esquema de compensación, según el Instituto Noruego de Asuntos Internacionales, lo que les da derecho a ciertos beneficios de salud y financieros.
En EE.UU., más de 27.000 downwinders han recibido más de US$ 1.300 millones en pagos de la Ley de Compensación por Exposición a la Radiación (RECA), establecida en 1990 y extendida el mes pasado, aunque la defensora Mary Dickson dijo que reunir los registros de 50 años necesarios para presentar un reclamo es difícil.
Desde que EE.UU. amplió su programa de compensación para los downwinders en julio, ella y su hermana menor serían elegibles para una compensación del gobierno.
Francia y el Reino Unido, mientras tanto, han minimizado durante mucho tiempo el impacto de sus programas de pruebas nucleares. Solo en 2010 Francia reconoció una conexión entre sus pruebas y la mala salud de los argelinos y polinesios franceses expuestos a la radiación, y no fue hasta 2021 que aproximadamente la mitad de estos reclamantes recibieron una compensación.
En 2021, el presidente de Francia Emmanuel Macron no llegó a ofrecer una disculpa a los polinesios franceses por el impacto de las pruebas nucleares, al tiempo que admitía que las pruebas “no fueron limpias” y afirmaba que Francia tiene una “deuda” con el territorio insular.
Mientras el Reino Unido orienta a los veteranos de pruebas nucleares a solicitar una indemnización bajo un esquema general de pensiones de guerra, las organizaciones benéficas de veteranos siguen pidiendo que los exmilitares, y sus hijos y nietos, reciban una indemnización específica. Dicen que han padecido enfermedades como resultado de su participación en las operaciones de pruebas nucleares del Reino Unido.
Un portavoz del Ministerio de Defensa dijo a CNN que el departamento está “comprometido a trabajar con los veteranos de pruebas nucleares y a escuchar sus preocupaciones”, y que el trabajo “para investigar preguntas sin resolver sobre los historiales médicos” estaba en marcha.
Ochenta años después del devastador uso de armas nucleares en Japón, y décadas después del periodo más intensivo de pruebas en superficie, el ajuste de cuentas nuclear del mundo está lejos de terminar.
FUENTE: CNN CHILE