Gustavo Campos
Investigador Centro Democracia y Opinión Pública, UCentral
Con los resultados ya conocidos, se despeja una de las grandes interrogantes del oficialismo: Jeannette Jara encabezará la candidatura presidencial luego de obtener un contundente triunfo en las urnas.
Pero no todas son buenas noticias para ese sector. La participación fue más baja de lo esperado. No sorprende, pero sí debiera preocupar. Las primarias también miden cuantos adherentes y simpatizantes moviliza una coalición y qué grado de respaldo conserva el gobierno. Bajo este prisma, la imagen fue borrosa y poco auspiciosa.
Por otra parte, el último tramo de campaña expuso profundas fisuras en la coalición. No solo diferencias de estilo, sino que pasadas de cuenta y dudas sobre la existencia de un proyecto político compartido y con proyección. Muchas de las rencillas aludían a la militancia comunista de la ahora única candidata oficialista, dejando un halo de dudas sobre la genuina aceptación del triunfo que acabamos de conocer.
Por eso el resultado importa, pero el día después es más decisivo. Los gestos de unidad deberán ir más allá de las cámaras si se quiere capitalizar en algo el ejercicio eleccionario. Si los partidos titubean, la campaña partirá aún más cuesta arriba de lo que ya parece. Si se ordenan, aún tendrán margen para reconstruir fuerza y propósito para seguir gobernando.
La primaria dejó señales claras, ignorarlas sería un error político y estratégico que le puede terminar de costar la presidencia al oficialismo. Por cierto, la oposición también debe leer estas señales para la nueva etapa de la carrera presidencial.