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La relevancia del 25-O: A dos años de la gran marcha pacífica y a uno del Plebiscito constitucional

Cerca de un millón y medio de personas se transformaron en una interminable marea que abarcó desde Alameda a Providencia. A siete días del estallido, las demandas eran las mismas, aunque en un tono pacífico y familiar.

Bastó sólo una hora para que se convirtiera en la marcha más multitudinaria desde el retorno a la democracia en Chile. Hace exactamente dos años, a eso de las 17:00 horas, cerca de un millón y medio de personas se reunieron en Plaza Baquedano para desplegarse por toda la Alameda hasta Providencia.

Histórica y pacífica. Esos fueron algunos de los calificativos que se ganó la marcha convocada por redes sociales que marcó un contraste con lo ocurrido sólo siete días atrás: el estallido social del 18-O. Cuando la tensión aún se vivía en distintos rincones del país y de la Región Metropolitana, familias completas salieron a exigir, sin mayores incidentes ni desórdenes, una variada cantidad de demandas, muchas sin relación entre sí.

Las frases “no estamos en Guerra” y la consigna “Chile Despertó”, se repitieron en miles de pancartas y lienzos, así como también en una bandera chilena desplegada bajo cientos de cabezas.

A las 21.30 horas, cuando la entonces Intendenta de la RM, Karla Rubilar, daba cuenta que 1,2 millones de personas se habían congregado, reflexionaba frente a los medios: “vamos a tener que ser capaces de llegar a cada rincón para escuchar lo que quieren, porque lo de hace 30 años hoy no sirve, hoy día Chile cambió (…) Los manifestantes no tienen banderas de partidos, están representado a Chile, nadie se puede adjudicar este millón y 200 mil personas. Están todos los colores políticos, todos los credos, todos los estratos socioeconómicos”.

Sólo 15 minutos más tarde, el Presidente Sebastián Piñera escribía en su cuenta de Twitter que “la multitudinaria, alegre y pacífica marcha de hoy, donde los chilenos piden un Chile más justo y solidario, abre grandes caminos de futuro y esperanza“, y aseguró que “todos hemos escuchado el mensaje. Todos hemos cambiado”.

Y aunque las escenas más representativas son hasta hoy las de la marea de personas inundando Plaza Baquedano, en regiones también se adhirieron a la iniciativa. En el norte, ciudades como Arica, Iquique, Alto Hospicio y Antofagasta congregaron las mayores movilizaciones y reunieron a decenas de miles de personas.

Lo mismo ocurrió en Valparaíso, donde las manifestaciones culminaron en serios desmanes que obligaron incluso a que la Cámara de Diputados dejara de sesionar ante el peligro y por los enfrentamientos que se estaban produciendo en el exterior. Más al sur, vecinos de Curicó, Talca, Chillán, Concepción, Temuco, Valdivia y Puerto Montt volvieron a salir a las calles a realizar cacerolazos, mientras que en la zona austral las escenas se repitieron en Coyhaique y Punta Arenas.

La apertura al proceso constituyente

Un nuevo capítulo se escribió entonces. Las demandas empujaron el paso al proceso constituyente que hace sólo una semana comenzó su trabajo de la redacción de la nueva Carta Magna.

En noviembre de 2019, el Presidente Sebastián Piñera debió tomar una decisión frente a dos opciones: la primera, era declarar un nuevo estado de excepción para endurecer la respuesta a las movilizaciones o llamar a la unidad política para encontrar una vía institucional para resolver el conflicto social. Y esa fue la apuesta.

Entre la madrugada del jueves 14 y viernes 15 de ese mes, y tras intensas horas de diálogo, los líderes de diez partidos (UDI, RN, Evópoli, DC, PS, PR, PPD, RD, Comunes y el Partido Liberal, junto al diputado Gabriel Boric) lograron firmar el texto de 12 puntos que llevó por nombre “Acuerdo por la Paz Social y la Nueva Constitución“.

El compromiso fue aprobar en el Congreso Nacional una reforma al Capítulo XV de la actual Constitución, que establecía claramente un itinerario democrático para escribir una nueva y la vía para ello sería un Plebiscito, donde la ciudadanía respondería a la opción “Apruebo” o “Rechazo” y elegiría el carácter de sus miembros (Convención Mixta o Convención Constitucional), todo ello, programado para el 26 de abril de 2020.

Pero la pandemia del covid-19, -cuyo primer caso se detectó en marzo en Chile- atrasó el camino, y la fecha debió ser modificada para el 25 de octubre. Aunque una parte de la población no estaba de acuerdo, el temor al contagio por un virus recién llegado al país, motivó a que el Congreso finalmente aprobara la reforma para hacer los cambios.

Ya en agosto, cuando los casos positivos se mantenían entre los 1.500 y 2.000 diarios, las autoridades comenzaron a definir, a través de una mesa técnica, las disposiciones sanitarias para que las personas pudieran concurrir con seguridad a votar. “Creemos que hay condiciones para realizar un proceso que cumpla con todos los criterios de seguridad”, señaló ese mes la presidenta del Colegio Médico, Izkia Siches a La Segunda. De acuerdo a Siches, “la evidencia internacional de los distintos procesos eleccionarios no han demostrado un aumento en los casos posteriores a estos procesos“.

Pero las medidas sanitarias no fueron las únicas. También hubo un despliegue de seguridad en los locales de votación, por temor a que se generaran manifestaciones o tomas. Pero la ciudadanía dio un ejemplo de civilidad y desde todos los sectores celebraron la normalidad con la que se desarrolló el proceso. Incluso, con otro gran hito: en términos absolutos, se consolidó como el proceso democrático en que más chilenos han participado, con poco más de 7,5 millones.

Ganó el Apruebo con un amplio 78,3% sobre la opción Rechazo, y la ciudadanía decidió, con márgenes casi idénticos (78,99%) que la nueva Carta Magna fuera escrita por 155 convencionales constituyentes, dejando fuera a los parlamentarios en la opción “mixta”.

Fuente: Emol.com

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