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La paradoja inglesa: científicos plantean inocular el coronavirus para salvar su vacuna

Parte de la comunidad científica plantea infectar a población joven y sana para probar si la vacuna que se está desarrollando es efectiva, pues el bajo nivel de contagio dificulta su estudio.

La gran esperanza frente al coronavirus de Reino Unido y gran parte del mundo está en los laboratorios de Oxford, donde se desarrolla la primera vacuna probada en humanos de Europa. Pero la carrera a contrarreloj por encontrar un mecanismo efectivo para prevenir el covid-19 ha encontrado un paradójico obstáculo: la transmisión mengua tan rápido en las islas británicas que el proyecto tiene ya tantas posibilidades de funcionar como de quedarse en papel mojado.

“En este momento, hay un 50% de posibilidades de que no obtengamos ningún resultado. Estamos en la extraña situación de querer que el covid se quede, al menos por un tiempo”, explicaba este domingo a ‘The Telegraph’ Adrian Hill, líder del proyecto que desarrollan en conjunto el Instituto Jenner de la Universidad de Oxford y el gigante farmacéutico AstraZeneca. Si la propagación del virus es demasiado lenta —aclara el experto— no se infectará el suficiente número de voluntarios y el ensayo no podrá demostrar de manera definitiva que la vacuna es efectiva. “Es una carrera contra la desaparición del virus y contra el tiempo”, subraya.

El riesgo de que uno de los proyectos más prometedores se quede en el camino es tal que parte de la comunidad científica plantea inocular el SARS-CoV-2 en pacientes sanos que se presten de forma voluntaria. Esta técnica no es nueva y, de hecho, se ha utilizado recientemente para medir la eficacia de las vacunas en otras enfermedades infecciosas como el cólera o la malaria. Precisamente, el médico que da nombre a la institución de Oxford, Edward Jenner, introdujo en un niño sano la viruela de las vacas en 1796 y, semanas después, volvió a hacerlo con la versión humana del virus para demostrar que se había inmunizado contra una enfermedad que causaba más de 400.000 muertes al año.

La propia Organización Mundial de la Salud (OMS) abrió la puerta a este tipo de ensayos el pasado 6 de mayo con la publicación de un informe en el que se refiere a los estudios controlados de infección humana como fórmula valiosa para acelerar un proceso que en circunstancias habituales tardaría años. “Los estudios de infección humana bien diseñados podrían no sólo acelerar el desarrollo de la vacuna contra el covid-19, sino además hacer más probable que las finalmente implementadas sean efectivas”, argumenta la institución encargada de velar por la salud pública que, no obstante, advierte sobre las implicaciones éticas e indica que estos estudios deben ser “cuidadosamente diseñados” para minimizar el posible daño a los voluntarios.

Disparidad de criterios entre los científicos

Jonathan Ives, del Centro de Ética en Medicina de la Universidad de Bristol plasma así el dilema: “Si hiciéramos esto, estaríamos pidiendo a las personas sanas que pongan su bienestar y su vida por el bien de la sociedad. Por otro lado, correr ese riesgo podría acelerar el desarrollo de vacunas y salvar muchas, muchas vidas”. “Creo que podría haber motivos para seguir adelante con estos ensayos aunque se basaría en un argumento delicadamente equilibrado”, añade como opinión personal Ives según las declaraciones recogidas por The Guardian.

En su misma línea se pronuncian otros miembros de la comunidad científica británica. El profesor de la facultad de Medicina de la Universidad de Warwick, Lawrence Young sostiene que estos ensayos deberían considerarse “muy en serio” para el Reino Unido, donde un 7% de la población ha contraído el covid según las cifras conocidas la pasada semana y publicadas por el medio británico. “Los niveles de infección en la comunidad son ya muy bajos, y si este virus se comporta como otras enfermedades respiratorias y coronavirus, puede haber niveles aún más bajos durante el verano”, indica el profesor. Para él, la clave está en que si continúa el ritmo de infección como se espera “no habrá suficientes personas portando el virus para estar en contacto con voluntarios en proyectos de vacunas. “Simplemente no va a funcionar”, añade.

Si este virus se comporta como otras enfermedades respiratorias y coronavirus puede haber niveles más bajos de infección durante el verano

Young explica que si se pusieran en marcha estudios en los que se inocule el virus se utilizaría a jóvenes muy sanos, de alrededor de los 25 años, que hayan dado su consentimiento informado. Se les daría a los voluntarios un placebo o una vacuna, como se hace normalmente en los ensayos. Pero en este caso en lugar de esperar a ver cómo les va a los dos grupos sin interferir, los científicos los infectarían deliberadamente con el virus causante del covid-19. Eso sí, el científico sostiene que antes de seguir adelante con un ensayo de este tipo se tendría que haber desarrollado una terapia muy efectiva que pueda usarse en los casos en los que “algo salga muy mal”.

Sin embargo, estos argumentos de seguridad no convencen a todo el mundo. La inmunóloga y profesora de la Universidad de Edimburgo, Ealeanor Riley rechaza la idea. “Los ensayos clínicos con humanos se realizan en investigaciones de muchas enfermedades, pero solo cuando se pueden seguir criterios estrictos. En primer lugar, el virus debe estar muy bien estudiado y su comportamiento clínico entendido al detalle. También debe ser incapaz de causar enfermedades graves en pacientes sanos, o debe haber un medicamento altamente efectivo para paliar detener la infección. Ninguno de estos criterios se cumple con la enfermedad covid-19 y me preocuparía mucho saber que se están planteando ensayos clínicos en humanos”, sostiene la experta.

Fuente: Elconfidencial.com

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