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La incomodidad de la verdad

El cambio climático, el calentamiento global y los consecuentes riesgos de enfrentar graves efectos en el medio ambiente derivados de estos fenómenos son preocupaciones que se han instalado en la opinión pública y en los distintos foros mundiales multilaterales. Al día de hoy las visiones de los escépticos pierden cada vez más fuerza y ceden ante la enorme evidencia no solo científica sino también empírica.

Día a día más y más personas adquieren conciencia de que, quizás como nunca antes, la tierra enfrenta un peligro mayor que podría incluso poner en riesgo la vida en muchos puntos del planeta. La evidencia es contundente. Aumento sistemático de la temperatura, derretimiento de grandes extensiones de hielo, grandes incendios, huracanes, inundaciones, cambios de estado del tiempo son todas situaciones que se han intensificado  Ante esto, la reacción de algunos es de negar lo evidente, cuestionar lo que la misma ciencia nos está diciendo e incluso plantear que estas denuncias y los movimientos que a nivel mundial promueven medidas contra el cambio climático, son fruto de una conspiración de potencias mundiales que tienen intenciones geopolíticas y económicas hegemónicas.

En el otro extremo están quienes pretenden llevar al mundo a un debate entre quienes como ellos poseen la verdad absoluta y están investidos de una pureza inmaculada, y quienes de manera vil solo desean acumular riqueza y para ello no trepidan en destruir el mundo. Los extremos no buscan soluciones, no quieren construir acuerdos para garantizar la sustentabilidad. Lo que quieren es imponer a ultranza sus posiciones y para ello caen en el fanatismo que no distingue más que lo propio como la verdad absoluta y no concede al otro parte de la razón.

Ante el riesgo de la inmovilidad, la mayoría de los habitantes del mundo que quieren vivir en un ambiente limpio y legar a las generaciones futuras un planeta en que la vida se preserve, debe exigir a los decisores públicos y privados los cambios necesarios para equilibrar las necesidades de proveer a la humanidad los bienes y servicios que se requieren con la sostenibilidad de los procesos productivos. Pero también, el ciudadano de a pie debe comprometerse con aportar para el logro del mismo objetivo. No podemos pensar que son los “otros” o solo las empresas las que deben comprometerse con esta causa.

Un destacado columnista de la plaza señaló que no podíauna niña de 16 años, símbolo mundial del movimiento, pretender tener la razón absoluta. Pero los decisores ni quienes tenemos más años podemos tampoco desdeñar la voz de alerta, que con total asertividad, ha puesto la misma adolescente.

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