Cerrar

La inclusión y el respeto a la neurodiversidad 

La historia de Camilo, un trabajador con autismo que sufrió acoso, tortura y vejaciones en el Hospital Base de Osorno entre 2018 y 2020, es un doloroso recordatorio de las fallas que aún persisten en nuestra sociedad. Este caso, revelado recientemente, indigna y nos obliga a reflexionar sobre el respeto, la empatía y la inclusión que tanto proclamamos, pero que a menudo no practicamos. Nadie merece ser humillado, atado, rapado o quemado por sus colegas, mucho menos cuando esas acciones se convierten en un cruel espectáculo grabado para el deleite de los agresores. Imagina que esa persona es tu hermano, tu amigo o tu compañero de trabajo. El trauma infligido a Camilo no solo es injustificable, sino que refleja una profunda falta de humanidad.

La Ley de Inclusión Laboral (N° 21.015), vigente en Chile, busca garantizar que las personas con discapacidad tengan acceso equitativo al empleo. Sin embargo, este caso evidencia que la inclusión va más allá de cumplir con cuotas laborales. Se trata de construir entornos laborales donde el respeto sea la norma, donde la diversidad no sea motivo de burla, sino de enriquecimiento. Camilo no fue respetado por su diagnóstico, ni siquiera por su condición de persona. Sus agresores, lejos de ser sancionados en su momento, actuaron con impunidad, mientras la jefatura de entonces desestimó abrir un sumario, una omisión que constituye una vulneración adicional a los derechos de este trabajador.

La reciente reapertura del sumario en 2024 y la denuncia al Ministerio Público son pasos mínimos hacia la justicia, pero no suficientes. La Ley de Autismo, promulgada en 2023 por el presidente Gabriel Boric, establece un marco normativo para proteger los derechos de las personas con autismo y promover su inclusión. No obstante, una ley, por sí sola, no transforma realidades. 

Necesitamos un cambio cultural profundo, uno que permee las instituciones, los lugares de trabajo y la sociedad en su conjunto. Respetar la neurodiversidad implica garantizar acceso a servicios de salud adecuados, educación inclusiva y apoyo efectivo para las familias. También requiere formar a profesionales y trabajadores para que actúen con sensibilidad y compromiso hacia la diversidad.

Avanzar como país significa entender que la diferencia nos enriquece. La convivencia en la diversidad fortalece el tejido social, fomenta la tolerancia y permite que cada individuo se desarrolle plenamente. Casos como el de Camilo, o las actitudes discriminatorias que aún persisten en diversos ámbitos, son señales de que aún nos falta camino por recorrer. La violencia y la discriminación, ya sea contra un trabajador vulnerable o a través de mensajes de odio, no tienen cabida en una sociedad que aspira a ser inclusiva.

Crecer como sociedad se mide por nuestra capacidad de reconocer que el respeto es el vínculo que nos une. La indignación que sentimos por el caso de Camilo debe traducirse en acciones concretas: sanciones ejemplares para los responsables, políticas institucionales que prevengan el acoso y una educación que promueva la empatía desde temprana edad. Solo así construiremos una comunidad que valore a cada persona por lo que es, sin importar sus diferencias.

Por Leonardo Alfonso Vidal Hernández, Terapeuta Ocupacional y académico U. Central 

scroll to top