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La dramática historia del inglés que le “dio el pase” a Maradona en la “Mano de Dios” y que ha perdido todo por el alcohol

Kenny Sansom, que define al “10” como un “maldito tramposo”, perdió su casa, su familia y terminó durmiendo en la calle. Recientemente fue atacado en un incidente aún no esclarecido y lucha por sobrevivir.

Diego Maradona conducía por el medio con la pelota atada, tocó con Jorge Valdano y fue al área a buscar la devolución al área inglesa. Allí saltó e hizo el gesto de cabecear frente al arquero, pero las cámaras demostraron que el gol lo hizo con la mano, la “Mano de Dios”. Uno de los protagonistas de esa jugada en el Mundial de México ’86 fue Kenny Sansom. Al querer anticipar a Valdano, elevó la pelota hacia su arco y terminó habilitando al “10”.

No fue el único error del lateral izquierdo ese día. En el segundo tanto de Maradona, ese en que dejó desparramado a medio equipo de Inglaterra, perdió la pelota en la banda.
Esas fallas, sin embargo, no ensucian una carrera impecable. Sansom era recio y rápido. En total, jugó 86 partidos con Inglaterra y está entre los once que más veces se ha puesto la camiseta de “Los Tres Leones”. Fue, además, una leyenda tanto en el Crystal Palace como en el Arsenal. En su mejor época, vivía en una mansión de un millón de dólares y rodeado de lujos. Pero esa vida fue destrozada. Poco a poco se fue hundiendo en el alcohol y en las apuestas. Todo empeoró tras el retiro.
“Cuando terminas tu carrera te sientes liberado, ya no tienes que levantarte a entrenar. Entonces, mi alcoholismo se hizo más fuerte y afectó mi vida. Quizá era porque ya no estaba jugando fútbol. Había un montón de puntos bajos, muchas cosas que iban mal y yo estaba haciendo las cosas mal y bebiendo en público”, afirmó.
El dinero se fue acabando, pero todavía le quedaba la pensión que les da la Federación a los futbolistas que jugaron para la selección. Con esos billetes en el bolsillo, recorría sórdidos bares y casas de apuestas. Según él apostar es lo peor, porque si le iba mal no le dejaba nada para embriagarse. Llegó a beber nueve botellas de vino al día. “Me quiero matar”, manifestó en más de una ocasión.
Perdió su casa, su auto, a su esposa y a sus hijos. La prensa inglesa lo perseguía. Dormía en plazas, estacionamientos o incluso en alguna comisaría. Nueve veces entró a centros de desintoxicación y nueve veces salió sin terminar el tratamiento. Estaba en un entrampe. Deseaba salir, pero no podía.
“No quiero parar, me encanta beber. No imagino mi vida sin beber (…) Hay un montón de cosas que podría haber hecho mejor. Es mi culpa. Todas las cosas por las que me siento triste son mi responsabilidad”, expresó.
Se le veía con una barba descuidada, la mirada perdida y le costaba hilvanar frases. Sus pocos momentos de lucidez era cuando hablaba de fútbol. Decía que debió llegar a los 100 partidos con Inglaterra y que jamás perdonaría a Maradona porque era “un maldito tramposo”.
Al menos en los últimos años pudo encontrar un lugar donde quedarse: una habitación en el suroeste de Londres. Dando una charla a un grupo de indigentes, recordaba sus peores días.
“Hubo veces en que, cuando dormía en los bancos de la plaza, pasaba gente y me tiraba agua. No sé cuánta, pero era horrible, degradante. También dormí atrás de arbustos, en cualquier parte. Tener un sitio para dormir es muy importante”, comentó.
Recientemente, Sansom fue atacado en un confuso incidente y lucha por su vida en el hospital de Exeter. No había esperanza de que se recuperara, pero ha mejorado en los últimos días. La policía necesita hablar con él para saber qué pasó.
Desde antes que ocurriera el violento hecho, tenía un tuit fijado en su cuenta: “Tengo mucho por ofrecer, para televisión y radio. Por favor, conéctense conmigo por ofertas de trabajo en los medios, apariciones personales, cenas y eventos. Me encanta contar mi historia”. Sansom, pese a todo, siempre se ha mostrado abierto a salir de su zona oscura. Quiere un futuro.
FUENTE EMOL
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