Los aspirantes a La Moneda apostar por parodias y duras críticas, lo que para algunas voces, sacrificó propuestas.
De izquierda a derecha, los candidatos presidenciales: Jeannette Jara (PC); José Antonio Kast (Republicanos); Evelyn Matthei (UDI); y Johannes Kaiser (PNL).Emol.
Sketches, jingles, mucha Inteligencia Artificial (IA) -propia de los tiempos que corren-, y parodias sin mesura a figuras de la política del “bando contrario”.
Esos son parte de los ingredientes que se han tomado la franja electoral que comenzó el viernes 17 de octubre, que se emite dos veces al día, en bloques de 20 minutos, y en cadena nacional. El periodo se extenderá hasta el jueves 13 de noviembre, cuando cierren las campañas.
Los candidatos van rotando en orden de aparición, y cada uno tiene 2 minutos y 30 segundos de pantalla. Tiempo suficiente y valioso en televisión abierta, donde se esperaría que se plasmaran ideas que orienten a un voto más racional, e incluso, que se pueda apelar a ese público indeciso, alias el “votante obligado” que deberá concurrir a las urnas el próximo domingo 16 de noviembre.
No obstante aquello, algunas voces han hecho notar que lejos de las ideas concretas, palabras claras o despliegue de propuestas, el ánimo parece ser otro: una subjetividad rebozante que -aunque propio de la comunicación política-, no parece hacer más que buscar esa identificación emocional con el espectador.
Desfilan por la pantalla letras en colores, banderas de Chile flameando casi como un elemento accesorio -como parte de una escenografía que a ratos se siente como una maqueta-; algunos candidatos se personifican como presidente; otros, declaman ante un público ávido de sus palabras, y otros recuerdan una y otra vez el 18-O.
En esa línea, se abren otras inquietudes, como si se justifica realmente imponer una cadena nacional para asegurar que los contenidos de la franja -además, cuestionables-, sean vistos.
El próximo domingo 26 de octubre, en tanto, será el próximo debate presidencial, donde los ocho aspirantes a La Moneda volverán a reunirse, en un evento organizado por Canal 13, y que se emitirá desde las 20.00 horas.
El rating que alcanzó ese debate -emitido por Chilevisión- fue de más de 950 mil televidentes, 957 mil personas, alcanzando una participación del 38,0% sobre el encendido total de la TV abierta y un peak de 1,2 millones de personas a las 22:34 horas.
Ante ello, y en vista de las características de la franja ¿cuál de estos dos factores comunicaciones podría mover la aguja y orientar el voto ciudadano? En conversación con Emol, expertos ponderan los efectos de cada uno.
Alcance de la franja
De acuerdo a los datos revelados la tarde de ayer por el Consejo Nacional de Televisión (CNTV), en su estreno el viernes 17 de octubre, la franja electoral registró un rating de 24 puntos en el horario de las 20:40 horas y 18 puntos en el de las 12:40 horas.
La mayor parte de la audiencia de la franja electoral, durante estos tres días de emisión, son personas entre 50 y 69 años.
Según datos de Kantar Ibope Media, la franja diurna presenta un perfil mayoritariamente femenino, con un 56% de audiencia de mujeres, a diferencia de la franja nocturna, donde no se observan diferencias significativas por sexo.
En cuanto a alcance o personas que vieron al menos un minuto de franja, hubo un promedio de 1,7 millones de personas al día en horario de alta audiencia y de 1,3 millones de personas en el horario de las 12:40 horas.
¿Cuánto incide la franja electoral?
Respecto a la franja, Tomás Duval, académico y analista político de la Universidad Autónoma comenta que, hasta ahora, “esta parece centrar sus mensajes y contenidos principalmente en destacar sus características personales y sus identidades políticas con algunas propuestas”.
“En el fondo, están mostrando sus ejes de donde provienen y particularidades, lo cual podría considerarse como un cierto apoyo a la información ciudadana dado que describen sus espacios políticos. De persistir estas, en las mismas lógicas, no pareciera que vayan a ‘mover la aguja’, sino más bien tenderían a consolidarse en sus respectivos espacios políticos”, observó.
Por su parte, Jaquelin Morillo, académica Facultad Economía, Negocios y Gobierno U. San Sebastián, quien parte de la premisa de que la franja electoral enfrenta un dilema que ya es casi parte de su ADN.
“Nació para ser un espacio masivo, una vitrina que permitiera a todos los candidatos llegar a un electorado amplio, incluso a quienes no siguen la política en redes sociales ni en prensa escrita. Y en ese sentido, todavía cumple su rol: la televisión abierta sigue siendo el medio de mayor alcance en Chile, con cerca de dos tercios de la población declarándose usuaria habitual”, afirma.
El problema, continúa la experta, “es que ese alcance se juega en un lenguaje que prioriza la emoción por sobre el contenido. Sketches, caricaturas, jingles pegajosos o ataques cruzados sirven para fijar climas, rostros o percepciones generales, pero rara vez para comparar propuestas de gobierno, evaluar su viabilidad o discutir costos. Más que informar, la franja emociona y visibiliza”.
No obstante, a su juicio, cree que la franja sí puede mover la aguja, “aunque en márgenes estrechos”. Esto, porque “la franja no transforma de la noche a la mañana el mapa electoral, pero sí puede influir en tres segmentos clave: indecisos blandos, votantes de baja participación y aquellos que no se informan por otras vías. En una elección reñida, un 1% o 2% de movimiento basta para inclinar la balanza. Además, la franja genera conversación: instala agenda, provoca reacciones y multiplica su efecto en los noticieros y en redes sociales”.
Pablo Rodríguez, investigador del Instituto Libertad, comenta que dado el contexto que reflejan las encuestas, es difícil que lo visto en la franja pueda ser decisivo. “Esta sirve más bien para consolidar las bases de apoyo y eventualmente transmitir mensajes que convenzan a nuevos votantes. Una buena combinación de ideas, transmitidas atractivamente de forma visual, son importantes, pero no decisivas”.
¿Cuánta injerencia tendría el debate?
Consultados por cuánta injerencia podría tener el debate en la opinión de la audiencia, y por tanto, de los futuros votantes, Duval plantea que aquí se se podría evidenciar más un efecto.
“Los debates si pueden tener injerencia porque producen ciertos efectos no radicales en la ciudadanía y como hemos apreciado hasta ahora ,los errores o malos desempeños, producen ciertos cambio y mientes más cerca de la elecciones. Eso probablemente tendrá consecuencias en aquellas persona alejadas de la política que toman sus decisiones muy cerca del día de la elección”, subraya.
Para Morillo, en tanto, más allá de la franja, el debate aparece como una instancia “complementaria” en la que los candidatos deberán mostrar consistencia y claridad frente a la confrontación directa.
“El debate no sustituye la masividad de la franja, pero ofrece un formato distinto: allí pesan más el dominio de los argumentos, la coherencia en las respuestas y la capacidad de transmitir confianza en vivo. Sin embargo, el verdadero alcance del debate no suele estar en lo que ocurre en el escenario, sino en lo que se amplifica después en noticieros, resúmenes digitales y sobre todo en redes sociales, donde frases, gestos o errores se transforman en virales”, enfatiza.
En ese sentido, acota, “más que mover la aguja por sí mismo, el debate contribuye a alimentar la conversación pública y a reforzar —o erosionar— percepciones que la franja ya dejó instaladas”.
Rodríguez, por su parte, coincide en que los debates, en la medida que permitan preguntas cruzadas y contrapreguntas por parte de los periodistas, “pueden llegar a ser más relevantes que la franja”. Y aunque los tiempos “igual son acotados, hay mayor espacio para desarrollar temas. En especial, el tema presupuestario se puede explicar con más detalle”.
FUENTE: EMOL.COM