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Entre el muro y los tiempos mejores

Por Sergio Zurita Vidal

Hace pocos días atrás, se conmemoró un año más de la caída del muro de Berlín. Un muro construido para separar a un pueblo bajo dos posturas obtusas y que marcó a generaciones de alemanes por varias décadas.

Coincidentemente, en Chile se originaba un movimiento estudiantil de “evasores”, cuyo principal objetivo fue exigir la rebaja en el incremento del pasaje del metro de Santiago, por considerar que la cifra, se sumaba a otras alzas de servicios y productos que ponían en jaque a una clase social postergada, la cual sólo sufría las inclemencias de un sistema neoliberal que los mantenía en los márgenes de la pobreza.

Tal y como lo manifestó en su oportunidad la Ministra de Transportes y Telecomunicaciones, Gloria Hutt Hesse – a modo de argumento – a ellos no les afectaba dicho incremento, ya que mantenían la tarifa rebajada de la cual siempre gozaron.

Sin embargo, la respuesta no se hizo esperar y fue contundente por parte de los estudiantes: tenemos padres y pertenecemos a las familias que verán mermadas sus posibilidades frente al alza del transporte y la energía, por lo que exigimos su derogación…

Fue la propia Ministra del ramo quien respondió fuerte y claro: No habrá rebaja; y los estudiantes, primero del Instituto Nacional y luego del liceo de niñas Carmela Carvajal, los que encabezaron la denominada “evasión”, saltando los torniquetes y controles, lo que provocó por parte del Gobierno, la inmediata judicialización del conflicto, con una dura represión en las estaciones del metro, especialmente en la Universidad de Chile. Detenidos y golpeados por un fuerte contingente policial; las imágenes de innumerables alumnos y alumnas en las redes sociales, fue como el llamado de la selva: todos a la calle y se inició la más trascendente movilización social después de los “pingüinos” y “No+AFP”.

El anónimo primer joven que ágilmente saltó la barrera de control, nunca calculó donde llegaría su salto. Lo que sigue, lo vivimos todos: durante 28 días, miles de personas pacíficamente protestando en las calles desde Arica a Punta Arenas; unos pocos destruyeron, saquearon y quemaron; el gobierno reaccionó siempre tarde y equívocamente; el parlamento y el mundo político, atónito y ajeno; en la calle, recrudecía la represión y el atropello a los DDHH…

El camino de salida y la respuesta, la dio la propia calle. Nunca se trató de una “crisis social”. Fueron los más maduros, los más claros: ya no basta con rebajar el metro, no basta con suspender el incremento en la tarifa de la energía, ya no basta con parches…no más de lo mismo. Asamblea Constituyente, Nueva Constitución, Cabildos, Plebiscitos: Participación, fue la voz rotunda e intransable.

Hoy, vivimos días históricos. La política se puso al servicio de la gente y por el momento, se olvidó de mezquinos intereses. El gobierno dejó que el camino se abriera y dejó el espacio para la labor y la función real de la política.

La calle siempre habló de solidaridad, de equidad, de respeto, de igualdad. “Chile Despertó”, creó la “Plaza de la Dignidad”, elevó y cantó su himno exigiendo “El Derecho de Vivir en Paz”.

Las cartas están echadas…ahora, todos jugamos. Chile y su gente, no volverá a ser el mismo. El desafío está planteado: vamos a trabajar por la Dignidad, el Respeto, la Igualdad, la Solidaridad, la Tolerancia, pero también por el Progreso y el Desarrollo para todos.

Quizás ahora, paradójicamente, sí comienzan los tiempos mejores

 

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