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El temor en los países vecinos de Rusia a ser el próximo objetivo de Putin

  • “Saunas para el frente”. No es el primer eslogan que se viene a la cabeza cuando se piensa en la ayuda para la guerra en Ucrania. Se puede entender que Kyiv pida a sus aliados misiles de largo alcance y aviones de combate F-16. Pero… ¿saunas?

Sin embargo, pedir saunas es lo que hicieron los militares ucranianos, según Ilmar Raag, cineasta y trabajador humanitario estonio que ha viajado con frecuencia a Ucrania.

Ahora, con ayuda de financiación colectiva, Raag fabrica unidades de sauna móviles diseñadas para atender a cientos de soldados ucranianos. Disponen de duchas y lavadoras para los uniformes militares y están cuidadosamente camufladas para mantenerlas a salvo del fuego ruso.

Y es que si estás buscando una sauna hecha a medida, tiene sentido preguntar por ella a un estonio. La cultura de la sauna es enorme en el país. Y se trata tanto de higiene y de levantar la moral como de calentarse en las frías noches de invierno.

Raag dice que oyó hablar de soldados ucranianos que pasaban días o incluso semanas sin lavarse ni quitarse las botas, lo que explica por qué un comandante en primera línea cerca de Bajmut me comentó a través de FaceTime que las saunas estonias fueron un regalo del cielo.

Muchas personas que viven en los países de la Unión Europea y de la OTAN que están a las puertas de la Rusia de Vladimir Putin están haciendo todo lo posible para ayudar a Ucrania.

Estonia y sus vecinos bálticos, Letonia y Lituania, estuvieron ocupados por la Unión Soviética durante las décadas inmediatamente posteriores a la Segunda Guerra Mundial. Dicen sentir el dolor de Ucrania por la invasión dirigida desde Moscú.

También, en relación con el tamaño de su economía, han otorgado o prometido a corto plazo más ayuda que cualquier otra nación, incluidos Estados Unidos y Reino Unido.

Sólo Noruega los supera cuando se tienen en cuenta los compromisos a largo plazo, según las últimas cifras del Instituto Kiel de Alemania, que ha estado siguiendo todas las contribuciones enviadas a Ucrania desde el comienzo de la guerra.

Gediminas Ivanauskas, el campeón nacional de Lituania en “drifting”, un deporte de automovilismo que implica deslizar la parte trasera del auto y derrapar a máxima velocidad, manejó directamente a Ucrania para ayudar a evacuar a los civiles desde el primer día de la invasión rusa.

Sus ojos se llenan de lágrimas cuando me habla del sufrimiento que hay allí.

Su deseo de ayudar, su frustración con el ritmo a menudo lento de los esfuerzos de ayuda internacional y su experiencia en el mundo del motor lo han llevado a buscar microfinanciación colectiva para blindar docenas de vehículos, algo que hace en un pequeño garaje alquilado en una zona rural de Lituania.

Algunos los equipa de modo minucioso para que sirvan como ambulancias con tracción a las cuatro ruedas para el ejército ucraniano.

En el caso del lituano Mindaugas Lietuvninkas, un francotirador voluntario en la Brigada Internacional de Ucrania, tiene otras motivaciones para ayudar en el esfuerzo bélico.

Orgulloso patriota, cree que al luchar en Ucrania está protegiendo a su propio país.

“Tenemos que detener [a Rusia] ahora, en Ucrania”, me dijo con vehemencia mientras hacía las maletas para hacer otro viaje a la primera línea de batalla.

Lietuvninkas cree que los países bálticos podrían ser los siguientes si Vladimir Putin finalmente triunfa contra Kyiv.

Un enorme gol a Moscú

Lituania es uno de los numerosos vecinos de Rusia que forman parte de la alianza militar occidental, la OTAN.

Todos han advertido en voz alta, durante mucho tiempo, sobre los planes expansionistas del Kremlin y las intenciones de Vladimir Putin de debilitar y desestabilizar a Occidente.

Durante años, los aliados los trataron como si estuvieran al borde de la paranoia. Ya no.

La invasión a gran escala de Ucrania por parte de Rusia ha dado un nuevo sentido a la OTAN: una presencia reforzada en las naciones aliadas cercanas a Rusia y nuevos miembros entusiastas, justo a las puertas de Putin.

Finlandia tiene una enorme frontera terrestre de 1.300 kilómetros con Rusia. Siempre se negó a unirse a la OTAN por miedo a enemistarse con el gran oso de al lado. Pero los finlandeses cambiaron totalmente de opinión cuando vieron a las tropas rusas marchar hacia la Ucrania soberana.

Es un cambio sísmico para el país, que solicitó, junto con la potencia báltica Suecia, unirse a la alianza poco después de que comenzara la guerra.

Este fue un enorme gol en propia puerta de Moscú.

También ha habido un aumento notable del número de finlandeses que se inscriben para hacer entrenamiento con armas. El servicio militar es obligatorio para los jóvenes y luego quedan como reservistas de por vida.

La gran sombra proyectada sobre Finlandia por su vecino ruso ahora parece más amenazadora, me dice la gente.

La guerra ha afectado enormemente a las empresas finlandesas. El turismo ruso representaba unos US$630 millones al año hasta que comenzó la guerra.

Pero, al igual que la mayoría de los países de la Unión Europea que tienen frontera con Rusia o su gran aliado, Bielorrusia, Finlandia ha suspendido las visas de viaje para los ciudadanos rusos.

En la nevada Laponia, conocí al propietario de la estación de esquí Ville Aho, en su chalet con vistas a las montañas de Rusia.

Me cuenta que a lo largo de los años entabló grandes amistades con visitantes rusos, pero que ahora no los quiere de vuelta. Dice que desearía que los rusos comunes y corrientes, especialmente aquellos que viven fuera de su país, hablaran mucho más alto contra la guerra.

Visiblemente conmovido cuando habla de Ucrania, insiste en que ninguno de nosotros puede darse el lujo de desconectarse o desinteresarse mientras la guerra se prolonga sangrientamente.

“Ni siquiera puedo pensar en cuál será el desenlace si Rusia gana y Putin aumenta su poder. ¿Quién será el próximo? ¿Finlandia, Polonia, Estonia, Lituania? No se detendrá voluntariamente en Ucrania. Todo esto debe terminar en Ucrania “.

El presidente ruso no sólo apuesta por la guerra convencional. A menudo se culpa a Moscú de ciberataques o campañas de desinformación contra Occidente.

Pero atacar militarmente a cualquiera de los países que Aho mencionó sería una gran apuesta para Vladimir Putin.

Todos los demás miembros de la OTAN, incluidas las potencias nucleares Estados Unidos, Reino Unido y Francia, podrían acudir en su ayuda. Pero no existe una garantía irrefutable de que esto suceda; en última instancia, correspondería a cada país decidir cómo responder.

Esto pone nerviosos a los países fronterizos con Rusia que, como Letonia, tienen una gran población de etnia rusa.

La segunda ciudad de Letonia, Daugavpils, se encuentra a 25 kilómetros de Bielorrusia y a 120 kilómetros de la propia Rusia.

Ocho de cada 10 personas que viven allí hablan ruso en casa, en vez de letón. La mayoría fueron educados en escuelas de habla rusa en Letonia. Tradicionalmente han recibido sus noticias de la televisión, la radio o los sitios web de noticias rusos.

Inmediatamente noté la ausencia de banderas ucranianas en la ciudad. En el resto del país es común ver algunas ondeando en señal de solidaridad en edificios escolares, ayuntamientos o escaparates de tiendas.

Aunque los rusos letones no son todos pro-Putin ni mucho menos, la gente con la que me crucé por la calle no quería hablar de la guerra. Se negaron a responder cuando les pregunté si veían a Rusia como el agresor y a Ucrania como la víctima.

A Letonia le preocupa que Vladimir Putin pueda intentar “rescatar” a los rusos étnicos aquí, ya que fue uno de los pretextos que dio para que los grupos armados rusos se apoderaran de partes de la región ucraniana del Donbás, cerca de la frontera con Rusia, allá por 2014.

En un intento por aislar a los rusos étnicos de lo que considera propaganda rusa, el gobierno de Letonia ha prohibido los canales de televisión rusos.

También ha puesto fin a la escolarización en ruso. Los monumentos que quedaban de la era soviética han sido derribados.

Pero Letonia está pisando una línea dolorosamente delicada.

Las nuevas políticas tienen como objetivo integrar mejor a los rusos étnicos, pero según los críticos también son un intento de obligar a los ciudadanos a compartir la perspectiva occidental del gobierno.

Se corre el riesgo de alienar a muchos rusos étnicos, advierten, e incluso de empujarlos a los brazos de Vladimir Putin.

Es probable que estas complejidades y sensibilidades perduren incluso después de que termine la guerra en Ucrania.

En total, viajé 2.400 kilómetros para conocer a personas a las que les toca “Vivir al lado de Putin”, el título dado a una serie documental de dos partes que mi equipo y yo filmamos para la televisión de la BBC.

Desde el sur de Polonia hasta el extremo norte de Noruega, lo que más me llamó la atención fue cuán amplio, profundo y personal es el impacto de la guerra en Ucrania lejos de la línea del frente.

Y el futuro no está nada claro.

Mucho dependerá de cómo termine este conflicto. Pero después de eso, ¿qué tipo de relación podríamos o deberíamos tener con Rusia? ¿Qué pasa con la cooperación y la confianza?

Estas no son sólo preguntas para los países que visité y que comparten frontera y tanta historia con Rusia. Es algo en lo que toda Europa y cada uno de los aliados de Ucrania deben pensar. Muy cuidadosamente.

FUENTE BBC MUNDO

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