Una preocupante aseveración hizo la semana pasada el subsecretario de Prevención del Delito, Eduardo Vergara, a raíz del aumento de la violencia y los homicidios en el país. Según dijo a este medio, “este es el peor momento para la seguridad que ha vivido el país desde el retorno a la democracia”.
El viernes, el director de la Unidad de Tráfico de drogas del Ministerio Público, fiscal Luis Toledo, expresó que “efectivamente, hoy día la criminalidad organizada es tremendamente más compleja que hace cinco años atrás”.
Además, aseguró que “ya están instaladas organizaciones criminales extranjeras en Chile, con brazos operativos en el país”, que estarían operando hace tres años; entre ellas, Jalisco Nueva Generación, de México y el cartel del Golfo, de Colombia.
Aunque Toledo descartó que Chile esté convirtiéndose en un “narcoestado”, advirtió que sí es posible pensar que “estamos a inicio de un camino sin retorno (…) hay indicadores tremendamente preocupantes que me motivan a decir esto, si es que no lo atendemos con prontitud“.
En conversación con Emol, la investigadora de AthenaLab, Pilar Lizana, concuerda en que “estamos a tiempo de tomar medidas de presentar estrategias contra esta amenaza, porque tenemos una maquinaria institucional que todavía nos ayuda”.
De hecho, según el más reciente reporte del Índice de Percepción de Corrupción (CPI), Chile se sitúa como el segundo país menos corrupto de América Latina después de Uruguyay. A pesar de caer de la posición 26 a la 27, sigue siendo una de las naciones mejor posicionadas en este tipo de mediciones, pues el puesto lo ostenta entre un total de 183 países.
Esto hace pensar a la investigadora que en Chile aún no es tan simple que las organizaciones criminales logren penetrar para llegar a vincularse con el Estado, aún frente a la coyuntura política que atraviesa el país. “Ahora, siempre es importante compararnos con nosotros mismos, ver cómo estaba Chile antes”, recalca.
¿Qué es el narcoestado?
Uno de los ejemplos más recurrentes para hablar de “narcoestado” es México, sin embargo, la investigadora recalca que hay estudios que apuntan a que en países como Venezuela también podría estar dándose esta situación; mientras que otros, como Haití, se transforman en “países de paso” para los narcotraficantes y el crimen organizado, puesto que se trata más bien de “un estado fallido”.
Pero en términos concretos, ¿qué es un narcoestado? “Hablamos de un narcoestado cuando estos grupos criminales logran penetrar en la estructura estatal, ya sea por omisión – o ‘vista gorda’- hasta convertirse en cómplices activos; incluso tomando participación en la actividad criminal”, explica Juan Pablo Glasinovic, abogado y académico del Magister en Relaciones Internacionales de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso.
“Cuando pensamos en el narcotráfico, lo tenemos que entender como un negocio, y en ese negocio, los carteles operan como una multinacional. Tienen un centro de operaciones o headquarters, pero tienen brazos en distintos lugares“, explica Lizana.
Pero eso no es suficiente. Estas organizaciones que operan bajo la modalidad de “multinacionales”, necesitan que los centros de operaciones estén en un Estado “con una institucionalidad relativamente débil y con ciertos niveles de corrupción, para poder utilizar la infraestructura de ese Estado para distribuir, evitar la fiscalización, o vigilar los lugares donde tienen sus cultivos o los puertos desde donde recogen su producto”.
Tres fases para gestar este fenómeno
Lizama cita un estudio que aborda tres etapas que dan cuenta de cómo se va gestando este vínculo y del crimen organizado en general. La primera es la “predatoria“, descrita como “bandas pequeñas que se dedican al tráfico y microtráfico, pero sin mucha relación entre ellas”.
La segunda etapa es la “parasitaria“, donde esas bandas, con el paso del tiempo, alcanzan mayores niveles de organización, “pero donde el Estado todavía no trabaja para ellas“, indica la investigadora. A su juicio, podríamos situar a Chile en este punto, sin embargo, más allá de indentificarla, la reflexión que considera pertinente hacer es “¿en qué proceso de consolidación estamos?”.
La tercera etapa, y la más compleja, es la “simbiótica“, -donde estaría situada México, por ejemplo- donde “tenemos bandas organizadas, donde el Estado trabaja para ellas; evitando fiscalizaciones o incluso ayudándolos con legislaciones”.
Esto último explica cómo grandes carteles latinoamericanos se vinculaban con la política, no por un afán de pertenecer a esta élite, sino para obtener réditos para controlar las leyes con el fin de hacer crecer sus negocios.
Descartan proceso instalado en el país
Con todo, Pilar coincide con la percepción de Toledo en que, pese a que “se han visto casos bullados de gobiernos locales asociados a bandas de narcotráfico, todavía no vemos a un Estado en su conjunto trabajando para el narcotráfico, lo que no significa que esto no pueda suceder si es que no se toma ninguna medida“, recalcó.
Para Glasinovic, hemos visto en la historia reciente de Chile hechos aislados como municipios o en las Fuerzas Armadas, donde efectivamente se han dado vínculos, aunque por ahora no se podría hablar de ese proceso instalado derechamente en el país.
Con todo, recalca que “siempre hay soluciones, pero es muy complejo salir de estas situaciones. Pues tenemos que recordar que el Estado tiene mucho poder, y cuando ese poder cae en manos de criminales y lo usan a su favor, es complejo revertir ese proceso”
Fuente: Emol.com