La madrugada del martes se disolvió entre humo, disparos y gritos en el barrio de Complexo da Penha, zona norte de Río de Janeiro. Allí, en una comunidad marcada por la pobreza y el dominio del narcotráfico, se libró una de las acciones policiales más brutales que recuerde la ciudad. Decenas de cuerpos yacían tendidos sobre el pavimento; vecinos recorriendo a tientas un bosque cercano en busca de los suyos. El objetivo de la operación: detener a Doca. Pero Doca no estaba. Se fugó.
Edgar Alves de Andrade, conocido también como Doca, nació en 1970, en el estado de Paraíba, pero fue criado en la favela de Vila Cruzeiro, dentro del complejo de la Penha.
Allí aprendió —o absorbió— los códigos de las favelas: marginalidad, violencia, territorialidad. Y con el tiempo emergió como uno de los nombres principales de la facción Comando Vermelho (CV).
Según los investigadores, Doca ya comandaba —o influenciaba de forma decisiva— comunidades clave como la Penha, el Complexo do Alemão, Gardênia Azul, César Maia y Juramento.
Su hoja criminal es extensa: 176 antecedentes hasta el año 2023; tráfico, asociación ilícita, robo, homicidios, tortura, armas ilegales. Pero lo que realmente lo distingue —y aterroriza— son las muertes de inocentes que ordenó, incluidos tres niños.
El sangriento historial criminal del líder narco del Comando Vermelho
Según destaca el diario argentino Clarín, en diciembre de 2020, tres pequeños—de 8, 10 y 12 años— fueron torturados y asesinados presuntamente bajo su orden, tras robarle un pajarito a uno de sus narcos locales.
De acuerdo a la versión policial, Lucas Matheus da Silva, Alexandre da Silva, y Fernando Henrique Ribeiro, fueron torturados y asesinados por unos sicarios enviados por Doca.
Asimismo, el despiadado líder narco estaría detrás del ataque fulminante en la zona de Barra da Tijuca ocurrida en en octubre de 2023, que acabó con la vida de tres médicos que asistían a un congreso y que fueron confundidos con milicianos.
De hecho, de acuerdo a los antecedentes que se manejan, los sicarios involucrados en el asesinato de los médicos, pagaron con su vida por “desobedecer” la orden de Edgar Alves de Andrade.
Además, en febrero de 2025, se le vincula a un intento de rescate violento en una delegación de policía en Duque de Caxias, con granadas y fusiles.
Con el nombre clave “Operación Contenção”, la madrugada del 28 de octubre de 2025 marcó un antes y un después en la historia de la seguridad pública en Río de Janeiro. Un despliegue de 2.500 agentes entró al complejo de la Penha y del Alemão con órdenes de aprehensión, armas antitanque, drones, granadas.
El resultado fue de al menos 132 muertos según el informe oficial, decenas de armas largas y granadas incautadas. Pero también un golpe estratégico fallido, porque Doca logró escabullirse.
El secretario de Seguridad Pública del estado reveló que la táctica del narcotraficante fue desplegar “soldados” como barrera humana para facilitar su fuga.
Por ahora las autoridades han enfatizado en la recompensa ofrecida para su captura: 100.000 reales, unos 17 millones de pesos chilenos. Sin embargo, su huida le añade una aureola de mito en la ficción criminal de Río.
Advierten represalia tras fallido megaoperativo para capturar a Doca
Mientras los focos se han centrado en la figura de Doca, en su captura pendiente, en la operación policial, hay rostros menos visibles: los de los vecinos. Aquellos que, el martes por la noche, no durmieron. Aquellos que, en medio de la oscuridad y el olor de muerte, salieron al bosque más arriba de la Penha, cargaron camillas, buscaron cuerpos, recogieron lo que quedaba.
Para muchos allí, Doca no es “líder de una facción”, es el hombre que manda en su calle, que decide quién vive, quién muere, quién se queda. Cuando una de sus ordenes se ejecuta —y pocos lo ignoran—, el silencio entra en el barrio como otra arma más.
El Estado ha dejado clarísimo que la fiscalización, el traslado de presos, la contención de las rutas de armas y drogas serán prioritarios. Pero con Doca libre, el riesgo de represalia es real.
Los expertos advierten que podría desencadenarse una ola de violencia similar a la que provocó la Primeiro Comando da Capital (PCC) en 2006, cuando más de 500 personas murieron en una paralización de San Pablo.
Y mientras tanto, en la Penha y en el Alemão, los vecinos siguen mirando hacia arriba. A ese bosque, a esos caminos de casquillos y sangre, preguntándose cuándo volverá la calma, si es que alguna vez vuelve del todo.
Fuente: Radio Bío Bío

 
                        


