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Del “fin del octubrismo” a las demandas pendientes: Cómo se asoma la configuración del “nuevo” Chile tras las elecciones

Para algunos analistas, el diagnóstico “simplista” del país que encarnó el 80%-20% del Plebiscito se derrumbó, mientras que otros apuntan a que el sentimiento del estallido coexiste con las nuevas inquietudes de la sociedad.

La idea del “fin del octubrismo” ha sido socializada por un buen puñado de analistas políticos que intentan dar una primera mirada a los resultados de las elecciones del domingo, donde José Antonio Kast pasó a segunda vuelta con un 27,9% y Gabriel Boric, con un 25,8%; resultados que arrojó la participación del 47% de los habilitados para votar en estos comicios.

Varias voces han apuntado al término de la lógica 80%-20% que se vio tras el Plebiscito de octubre, pero con decenas de matices. Una de ellas, quizás la fundamental, vinculada a la necesidad de resolver aquellos problemas estructurales de la política y el ordenamiento social del país, peso que -en parte- hoy se lleva la salida institucional que encarna el proceso constituyente, en pleno desarrollo. Pero otros también apuntan a una herencia casi natural de otros procesos históricos, así como la propia responsabilidad de la clase política.

Más allá del análisis de las piezas que deberán mover los candidatos, la convocatoria de los “indecisos” o los acuerdos que consigan durante el próximo mes, asoma entonces una pregunta más sustancial: ¿cómo es ese Chile que emerge tras este primer resultado? Analistas y académicos entregan distintas miradas al fenómeno.

La hipótesis del fin del “octubrismo”

Para Pablo Ortúzar, antropólogo social e investigador del Instituto de Estudios de la Sociedad (IES), lo ocurrido el domingo “es el hundimiento del octubrismo, como una concepción en la cual el 80% del país estaría a favor de cambios radicales, sin demasiada preocupación ni por la violencia, orden o estabilidad económica. Creo que eso ayer se derrumba, independiente de quien termine ganando la elección”, sostuvo a EmolTV.

Una opinión similar sostiene Carlos Peña, abogado y rector de la Universidad Diego Portales, quien asegura que el domingo hubo un “contraste del diagnóstico del 18 de octubre de 2019, donde medios, periodistas, rectores, se plegaron irreflexivamente a una especie de moralina, a un diagnóstico fácil de lo que estaba ocurriendo en Chile: que era como un globo henchido de injusticia hasta que finalmente reventó. Eso siempre me pareció falaz. Y la política chilena se dejó guiar por ese diagnóstico”.

En una lógica más dual lo plantea Leonidas Montes, director del Centro de Estudios Públicos (CEP): “Esto es un balde de agua fría para la izquierda mas radical, para los intelectuales que ignoraron la violencia, o de otro modo, es un baño de realidad a todos ‘octubristas’. En cierto sentido, el triunfo no es solo de la democracia, sino que de los noviembristas”. Es decir, en aquellos que apoyaron y se identificaron con el Acuerdo por la Paz para abrir el camino a un Plebiscito para una nueva Constitución.

La otra mirada: La superposición del 18-O con el “nuevo aire”

Una opinión distinta tiene Octavio Avendaño, analista político de la Universidad de Chile, quien asegura que ha predominado una lectura que busca atribuir una estrecha relación entre el “octubrismo” con las propuestas que generará la izquierda, pero donde el problema es mucho más amplio.

“El octubrismo es la derivación de la tensión y malestar acumulado durante mucho tiempo, que devienen en el estallido social, que a su vez, genera una amplia participación desde varios sectores y da pie para que emerjan una diversidad de demandas. Se intentó dar una salida política con el inicio del proceso constituyente, pero esto no es una expresión de un programa o de iniciativas impulsadas por la izquierda”, reflexiona.

En ese sentido, vuelve a la memoria la frase “no son 30 pesos, son 30 años” que se alzó cientos de veces durante las protestas de 2019 y 2020, como un síntoma de la necesidad de resolver un problema estructural que no se puede atribuir a un espacio-tiempo determinado como el estallido social, ni a un gobierno en específico o a un sector político.

Para el sociólogo y académico de la UC, Eugenio Tironi, hay que tener cuidado con las lecturas tan tajantes sobre la sepultura o excesiva resonancia al 18-O. “Así como muchos se encandilaron con octubre de 2019 y parece que se quedaron fijados en eso (…) como si no hubiera pasado la pandemia, no hubiera venido la crisis económica o migratoria; así también algunos están tentados a decir que lo de octubre no existió, como si fuera una fantasía invitado por algunos”.

“Creo que las dos cosas se superponen. Hoy, efectivamente hay un cambio de aire, donde los temas del combate a la fragilidad, contención a la incertidumble y restablecimiento de la autoridad están en alza, pero eso no significa que mucho de los sentimientos de octubre no puedan volver a emerger y de cierto modo, hoy también estén presente”, sostuvo a EmolTV.

La pulsión de las demandas sociales

Carlos Ruiz, sociólogo e investigador de la Fundación Nodo XXI es partidario un análisis más a largo plazo que coyuntural, sin obviar lo que podría ser parte del síntoma de las votaciones del domingo: “una gran parte de ese malestar no se está expresando institucionalmente y eso es peligroso”, desafío que recae en parte en el proceso constituyente levantado tras el estallido social. Si no se logran procesar esas demandas, seguimos sentados en una situación muy explosiva“, acotó.

Para Peña, el resultado de lo ocurrido se traduce en una ciudadanía “dominadapor una de las pulsiones más viejas de la vida social, que es el miedo y la incertidumbre. Esto es muy amenazante, especialmente para los grupos medios, e hizo que el electorado se moviera a la derecha“.

Misma opinión tiene la historiadora y académica Lucía Santa Cruz, quien descarta de plano que lo del domingo sea una contradicción con el 80%-20%: “creo que es la conclusión lógica de haber estirado el elástico, de haber puesto la violencia como eje central de la conducción política durante estos dos años“.

Reconfiguración del mapa político y el nuevo Congreso

Aun cuando los resultados del balotaje están todavía sujetos a hipótesis y movimientos del ajedrez político, ayer quedó claro cómo será la configuración del Parlamento, otro signo de la pérdida de las fuerzas de la transición y de la fragmentación política que el país acarrea hace años. Es más, está marcada por la irrupción de nuevos actores políticos como Republicanos y el Partido de la Gente, sumado al aumento de representación de la derecha y el arribo del PC al Senado.

“Lo que ayer se produce es una reconfiguración del mapa político, proceso que ya había iniciado a partir de 2017 con la emergencia del Frente Amplio, que le arrebata una parte importante del electorado de la Concertacion y se consolida ese intento de fuerza alternativa a los partidos de centra izquierda. Ahora vemos emerger al PDG y Republicanos y tendremos una Cámara conformada por seis nuevos bloques políticos”, dice Avendaño.

En otras palabras, se consolida la inexistencia de una fuerza hegemónica dentro del Parlamento, con mayor dificultad para alinear iniciativas o votaciones, lo que para el académico de la Universidad de Chile, “desde el punto de vista de la gobernabilidad, eso tiene efectos considerables.

El gobierno se va a enfrentar a una posición más hostil, al no tener mayoría en un Congreso”.
Santa Cruz destaca que como ningún candidato va a tener mayoría, van a tener que existir acercamientos al centro, sin embargo para Ruiz el camino es más intrincado, porque el “centro” hoy es un territorio casi anulado. Con todo, la historiadora advierte que “hay que tener cuidado en no caer en un optimismo demasiado grande, porque el problema subsiste y no sabemos quién va a ganar la segunda vuelta. Tenemos el problema medular de que tenemos dos proyectos absolutamente incompatibles”.

Está claro que con este voto presidencial y parlamentario, Chile está buscando esa resolución de problemas estructurales, pero atravesado por el fenómeno de lo que Avendaño llama “la dicotomización de la representación“.

Esto, porque hay demandas que se superponen y no necesariamente son excluyentes entre si: “hay quienes piden matrimonio igualitario pero también quieren seguridad, o son proteccionistas desde el punto de vista económico, o pueden ser partidarios de soluciones un poco más autoritarias, entonces se van produciendo estos fraccionamientos que hacen que los individuos no asuman de manera coherente una propuesta programática, sino que se van entremezclando”.

Fuente: Emol.com

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