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Cuando la logística falla, la salud se detiene

Pamela Schwerter, gerente general de Grupo Ahona

En un país donde la salud pública ya enfrenta desafíos estructurales, la noticia de que más de 6.600 cirugías fueron suspendidas en solo tres meses, según el informe del primer trimestre de la Subsecretaría de Redes Asistenciales, por errores administrativos y fallas de gestión, simplemente alarma.  Porque no se trata de cifras abstractas, sino que de miles de personas que esperaban una operación para aliviar su dolor, mejorar su calidad de vida o incluso salvarla.

La logística en salud no es un asunto técnico menor. Es el sistema nervioso que permite que los recursos —humanos, materiales y tecnológicos— estén disponibles en el momento y lugar adecuados. Cuando esta red falla, las consecuencias son inmediatas. Un quirófano sin los dispositivos médicos o insumos necesarios es una barrera que impide el acceso efectivo a la salud.

Se estima que los pabellones quirúrgicos del sistema público en Chile utilizan un 65% de su capacidad potencial, cuando el promedio mundial es de 80%. Esto no solo representa una ineficiencia operativa, sino una oportunidad perdida para miles de pacientes.

Además, la suspensión de cirugías programadas tiene un efecto dominó: agrava las condiciones de los pacientes, aumenta los costos del sistema y genera desconfianza en la ciudadanía. En casos urgentes, puede incluso significar la diferencia entre la vida y la muerte.

Es por ello que es necesario entender la logística en salud no como un gasto, sino como una inversión.  Como una herramienta estratégica que puede ayudar a reducir listas de espera, optimizar recursos y, sobre todo, garantizar el derecho a la salud. Porque cuando la logística falla, no solo se detiene una cirugía, sino que también la esperanza de miles de personas que solo quieren recuperar su salud.

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