En el corazón de la Región de Atacama, en la localidad de Canto del Agua, en la comuna de Huasco, el desierto florido ha comenzado a desplegar su magia. Este fenómeno natural, que ocurre tras lluvias excepcionales, transforma el suelo seco en un tapiz de colores y vida silvestre. En medio de este espectáculo, la comunidad de Canto del Agua se convierte en anfitriona de visitantes, científicos y curiosos que llegan atraídos por la belleza y la historia del lugar.
Don Moisés Ponce Salfati, vecino de la zona, ha sido testigo directo de este renacer. Con voz pausada y mirada atenta, describe cómo la floración ha comenzado a extenderse por los caminos que conectan Carrizal Bajo, el Parque Nacional Llanos de Challe y Vallenar.
La floración no solo ha traído color al paisaje, sino también descubrimientos. Jóvenes investigadores han encontrado especies de cactus nunca antes vistas en la zona, lo que ha despertado el interés científico por la biodiversidad que emerge tras las lluvias. Además, el fenómeno ha revitalizado la economía local: los habitantes han instalado puestos de venta en la ruta, ofreciendo productos cultivados en la zona y elaborados con dedicación.
Los puestos funcionan desde las ocho de la mañana hasta las cinco de la tarde, especialmente los fines de semana, cuando el flujo de turistas aumenta. La comunidad recomienda a los visitantes llegar temprano, usar bloqueador solar y llevar agua, aunque también se ofrecen jugos naturales, paletas de fruta, empanadas y caldillos de gallina fresca. La experiencia no es solo visual, sino también gastronómica y cultural.
Además de la floración, Canto del Agua guarda tesoros históricos. Se pueden encontrar antiguas ruinas, que datan de 1820, y un antiguo cementerio son parte del patrimonio que la comunidad preserva con orgullo. Don Moisés menciona también el libro Huasco de Cobre, que relata la historia del primer cobre exportado a Europa desde esta zona, un testimonio del rol que Atacama ha jugado en el desarrollo del país.
Don Moises cuenta que no se requieren reservas previas: la invitación es abierta y directa. Basta con seguir la ruta, buscar las banderas y detenerse en los puestos para vivir una experiencia auténtica. En cada conversación, en cada fruta ofrecida, en cada historia contada por sus habitantes, se revela el alma de un lugar que florece con cada primavera, pero que permanece vivo todo el año.