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¿Cómo construimos una escuela saludable y segura?

Durante el fin de semana conocimos la lamentable opinión del rector del Instituto Nacional Barros Arana (INBA) acerca de los estudiantes dentro del Espectro Autista y de Necesidades Educativas Especiales. No obstante, las palabras y comentarios de diversas personas en la noticia muestran la insistencia de argumentar que la baja calidad educativa o los magros resultados obtenidos por los establecimientos escolares pasa por la inclusión. Esta filtración de audio se suma a las palabras de un docente de Quilpué, quien, con otros términos, incluso más duros, pero aludiendo al mismo sentido, habló de estudiantes TEA en sus redes sociales.

¿Son estas opiniones, hechos aislados en el sistema educativo? Recientemente se conoció la carta de una niña de 11 años, ex alumna del Colegio Germania del Verbo Divino de Puerto Varas, quien en 2024 entregó la misiva a las autoridades del establecimiento, retratando su brutal experiencia de acoso, ciberacoso, maltrato y violencia escolar. El desgarrador relato, que incluye ideaciones suicidas, manifiesta el nulo actuar del cuerpo docente. Ella describe una invisibilidad de parte de ellos y ellas. Esto se agrava aún más cuando detalla situaciones de otros y otras estudiantes, llorando afuera de las salas de clases y siendo marginados.

¿En qué estamos fallando? En Chile tenemos una Política Nacional de Convivencia Educativa, recientemente actualizada. Leyes que van desde el “Aula Segura” a la protección de niños y niñas TEA. Además, tenemos programas de intervención y un modelo de gestión de la Convivencia Escolar, llamado Modelo de Escuela Total Multinivel. Hay planes de implementación, cartillas, decretos, normas y protocolos, días protegidos para realizar acciones conducentes a mejorar la convivencia en las comunidades educativas, y sin embargo, la situación empeora.

¿Por qué? Las sociedades actuales han dejado de ser un grupo general, amplio y con diversidades mínimas dentro de una gran homogeneidad. Hoy tenemos una fragmentación individual que define identidades desde una validación exigida por cada individualidad, y no desde el reconocimiento espontáneo de la comunidad sobre alguien que se destaca. Ese elemento tensiona las relaciones interpersonales porque todos creen merecer un lugar de superioridad, el que está muy mal asociado con impunidad. En otros términos, se piensa que ser reconocido implica tener licencia para hacer cosas que otros no pueden, vulnerando la ley.

Este fenómeno está enquistado en las redes sociales, donde cualquiera se siente con el poder de decirle a otro u otra lo que le place, sin mediar absolutamente nada, ni siquiera un vínculo con la persona a la que le están dejando un comentario. Un estudio de Alenda, Mendiburo y Navia (2022) revisó el efecto del humor en las campañas políticas, donde se veía que políticos conservadores aumentaron su popularidad con el ridículo en las redes sociales como Instagram o Tik Tok. Lugares donde hoy se dice y encuentra casi de todo y cuyo aumento de este tipo de videos y virales han tenido casos lamentables como el de Elizabeth Ogaz, quien en una entrevista pronunció mal una palabra y fue un meme viral en 2019, dando pie para múltiples rutinas de humor. El resultado para ella fue depresión y ansiedad. 

En este escenario, la escuela, como un espacio de socialización física tiene una tarea muy difícil, que es relacionar a unos y otros de manera respetuosa, libre, democrática y fraterna. En un mundo donde la gente solo ve lo que es afín a sus gustos e imaginarios, porque así funcionan los algoritmos, no hay diversidad, sino pura individualidad. Esto está dañando lo más básico del ser humano, su condición gregaria. La necesidad de otros y otras. La diferencia. Eso que hoy la serie argentina, mundialmente aclamada, El Eternauta busca revertir. Acá nadie se salva solo, es su lema.

¿Cómo construimos una escuela saludable y segura? La escuela hoy no puede seguir siendo un espacio de entrenamiento para rendir exámenes o pruebas estandarizadas, debe acoger el grito de auxilio de esos niños y niñas que están sufriendo entre sus paredes, y abrirse a construir comunidades integrales, donde los padres y apoderados deben vincularse. Los estudiantes deben tener opinión en lo que se hace en la escuela, los docentes deben dialogar con sus estudiantes sobre lo que quieren hacer en sus clases, los y las apoderadas deben participar en las planificaciones escolares porque solo así se podrá construir comunidades escolares seguras y saludables, rompiendo el miedo y la desconfianza.

Eliseo Lara Órdenes

Director Programa de Pedagogía en Educación Media

Universidad Andrés Bello

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