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Científico alerta sobre la llegada de insectos invasores que afectaría el frágil equilibrio de la Antártica

  • Lo advirtió el ecólogo británico Peter Convey durante la Segunda Conferencia Internacional del Centro Internacional Cabo de Hornos (CHIC). Dijo que la presencia de especies de moscas descomponedoras, hoy concentradas en las islas Shetland del Sur, podría expandirse por toda la península Antártica.

La Antártica y, especialmente su entorno insular, que se extiende como un anillo en torno al continente helado e incluso se proyecta hacia aguas más cálidas, está sufriendo una progresiva invasión de especies foráneas, especialmente insectos en los últimos años. Esta se está potenciando por el aumento de las temperaturas y la retirada de los hielos producto del cambio climático.

Así lo reconoció el ecólogo británico Peter Convey, quien es uno de los principales investigadores del British Antarctic Survey (BAS) la principal entidad responsable de la ciencia antártica en el Reino Unido. Fue uno de los oradores principales de la Segunda Conferencia Internacional del Centro Cabo de Hornos (CHIC) en Puerto Williams.

Este “anillo”, conocido como la zona subantártica, incluye las islas Georgias del Sur, Sandwich del Sur (Atlántico Sur), Marion y Prince Edward (Índico al sur de Sudáfrica), Kerguelen, Crozet, Heard y McDonald (Índico Austral), Macquarie (Pacífico Austral Australiano), Campbell y Stewart (Pacífico Austral Neozelandés) y también la Provincia Antártica Chilena que incluye la isla Navarino y su entorno insular, el archipiélago del Cabo de Hornos y las islas Diego Ramírez. A esto hay que sumar las islas Gough y Tristán da Acunha en medio del Atlántico Sur, pero en latitudes más próximas al trópico. La mayoría de las islas subantárticas carecen de permafrost (suelos de hielo permanente), plantas leñosas y vertebrados terrestres.

Casi todas comparten paisajes únicos de cumbres nevadas, volcanes activos y un clima oceánico. Además, se trata de ecosistemas muy sensibles con presencia de especies únicas de flora y fauna cuando es posible su desarrollo. En estas zonas la presencia humana ha sido muy limitada o prácticamente nula, pero cuando ha llegado ha dejado huellas significativas, reconoció Convey, quien tiene más de 35 años de experiencia en el BAS y es su investigador más citado.

Es así como el especialista detalló que en varios de estos territorios insulares ha habido introducción deliberada de animales como vacunos, ciervos, carneros, conejos, cerdos, pero también depredadores como, gatos, perros y visones. Citó también la expansión de las granjas de cultivo de salmones en Chile ya que pueden afectar severamente los ecosistemas acuáticos. A eso se suma una introducción accidental de roedores, ratas y ratones, en la mayoría de las islas.

Destacó que esto ha llevado en los últimos años a una serie de erradicaciones como el control de los ciervos introducidos y eliminación de roedores en Georgias del Sur. También hay planes para hacerlo en la isla de Gough en medio del Atlántico Sur y se habla de hacerlo en Marion. “Esa es una pieza importante de la reconstrucción del hábitat. También es un costo importante, por la logística que demanda y los aspectos prácticos que implica”, admitió.

Un problema es el conocimiento imperfecto que se tiene de las especies que habitan estos territorios, especialmente de plantas, invertebrados y microorganismos. Detalló que tres islas en particular, Kerguelen, Crozet y Georgia del Sur, han sido afectadas por plantas que fueron introducidas por cazadores de focas que se establecieron en ellas hace unos 200 años. Hoy el número de plantas invasoras es mayor que el de las especies nativas, acusó.

También hay gran inquietud por la penetración de insectos y otros invertebrados, que en su mayoría no entraron deliberadamente sino con alimento para animales o accidentalmente junto con los buques de carga.

Moscas errantes

Una preocupación central de los especialistas del BAS y del CHIC es hoy la penetración de insectos. Basado en su colaboración con la investigadora principal del CHIC y del Instituto Milenio BASE, Tamara Contador, Convey detalló la importancia de las especies nativas. En Navarino, por ejemplo, una de las especies más representativas es Parochlus steinenii, conocida como la mosca antártica alada. Se cree que es originaria de las Shetland del Sur en la Antártica porque fue donde primero se detectó.

Este insecto, que parece un pequeño mosquito, también es nativo de las Georgias del Sur y llega hasta el lago Nahuel Huapi de Argentina, situado casi en la misma latitud de Puerto Montt. De acuerdo con investigaciones conjuntas con Contador, académica de la Universidad de Magallanes (UMAG), Convey expresa con preocupación que aún no se conoce con precisión cómo el cambio climático afectará su distribución en Sudamérica, puesto que depende de los frágiles hábitats fríos en las zonas altoandinas.

Las modelaciones lideradas por los especialistas del BAS y del CHIC muestran que la presencia de esta mosca podría extenderse por el norte de la península Antártica hacia 2050 y para 2100 podría haberse desplazado en dirección al polo sur a través de ella. Hasta ahora se desconoce cuál podría ser su impacto en la diversidad local de la península.

Otra especie de mosca, la Eretmoptera murphyi propia de las Georgias del Sur también se ha desplazado a las islas más próximas a la Antártica debido a la actividad humana. Por el momento solo se le ha visto en la isla Signy, de las Orcadas del Sur, pero su población se ha duplicado y las modelaciones muestran que podrían vivir en toda la península Antártica.

Hay otra mosca del género Trichocera conocido como “Winter snow fly” que es objeto de análisis. Fue introducida primero en las Shetland en 2007 y su presencia estaba originalmente asociada con las bases científicas antárticas, pero ahora está en el ambiente natural, según observaciones recientes de Contador y Hugo Benítez (investigador asociado CHIC e Instituto BASE). No obstante, Convey cree que desde el principio estuvo ahí, pero nadie la había visto.

Se trata de una especie que se ha adaptado muy bien a las condiciones de esa zona y de hecho los colaboradores Contador y Benítez la han encontrado recientemente en la isla Navarino. “Es una especie nativa del hemisferio norte, particularmente de latitudes altas. Cuando se encontró en la Antártica, se suponía que había sido traído desde América del Sur, pero nadie lo había registrado antes. Tomó 20 años desde su primer registro en Antártica para que la encontráramos en el extremo sur de Sudamérica”, destaca.

Convey aclara que tampoco está diciendo que sea una introducción completamente nueva en la región austral chilena, si no que falta información. De hecho, Contador y Benítez la encontraron sorpresivamente en la bodega del Instituto Antártico Chileno (INACH) en Punta Arenas, donde se guarda la carga que se embarca rumbo a las bases chilenas en la isla Rey Jorge en las Shetland (Presidente Frei y Profesor Escudero).

El detalle singular es que tanto las moscas de los géneros Eretmoptera como Trichocera, parecen insignificantes, pero juegan un rol importante como descomponedores. Y han observado que en la isla Signy, donde la primera llegó como especie invasora, es responsable de un aumento de más de cinco veces de la tasa de descomposición lograda por toda la comunidad de invertebrados nativos. El punto es que si es más eficiente podría desplazar a las especies nativas que se “quedarían sin trabajo” y podrían desaparecer.

Convey dice que la mosca Eretmoptera es una especie que llega a cambiar el juego, un ingeniero de ecosistemas. “No tiene que ser grande para ser significativa en el funcionamiento de un ecosistema”.

Sin competencia

Basado en las investigaciones lideradas por el científico del CHIC y UMAG, Javier Rendoll, Convey se refirió a otros ejemplos de invasores foráneos que están llegando a la región, como las avispas y el abejorro europeo, que cada vez son más frecuentes de ver en Navarino y podrían llegar a otras islas, hasta el Cabo de Hornos. A su vez, en las islas Malvinas (o Falkland) la irrupción de las tijeretas (insectos alargados con forma de pinza comunes en el hemisferio norte), al carecer de depredadores naturales como arañas o parásitos específicos, está teniendo un impacto negativo en la producción local de hortalizas, según Contador, quién también ha registrado la reciente llegada de estos insectos a isla Navarino.

En las islas Georgias del Sur los escarabajos carábidos y chinitas también se han transformado en una plaga. Las segundas llegaron apenas hace dos veranos, probablemente desde las islas Malvinas, y ahora amenazan la conservación de otras especies locales.

“En las islas Kerguelen estudios franceses muestran que donde se reproducen los escarabajos carábidos, prácticamente todos los invertebrados nativos se han extinguido. Esto porque no hay ningún depredador nativo en estos sistemas que tenga igual habilidad”.

Aparte de constituir una amenaza real para la conservación, esta creciente invasión también es prácticamente irreversible, advierte. “A menos que detectemos una invasión de este tipo muy, muy pronto, no hay forma de que erradiques, por ejemplo, ese escarabajo”, admitió.

Se trata de especies que han llegado de una forma u otra por la intervención humana, dice. A eso se suma la creciente conectividad, vía comercio, turismo, pesca, etcétera, con el resto del planeta que representan las rutas navieras que pasan cerca de o por las islas subantárticas y el propio continente helado.

“Si vemos la región norte de la península antártica hay todo tipo de conectividad por la actividad humana en esta región, por eso estamos preocupados”, dice Convey.

Los estudios realizados también han revelado que una de las consecuencias del cambio climático, la retirada del hielo favorecería a estas especies oportunistas. “Varias de estas especies invasoras pueden estar entre los primeros colonos de las zonas libres de hielo. Así que son muy influyentes en la forma en que las nuevas estructuras de comunidades se desarrollan”.

Advirtió que estos cambios van a actuar en sinergia con el cambio climático. “Uno de sus efectos será la llegada de nuevas especies, el aumento de la biomasa, la complejidad de las redes tróficas, las nuevas funciones que aportan algunas de estas especies invasoras y la pérdida de algunas especies por competencia”, detalló. “Todo esto requiere una investigación activa, financiamiento y un compromiso de monitoreo a largo plazo”, sostiene el académico británico.

Diego Ramírez, un archipiélago subantártico único

Durante la inauguración de la Segunda Conferencia Internacional del CHIC, el director de este centro y académico de la UMAG, Ricardo Rozzi, destacó cómo el archipiélago Diego Ramírez es un caso único en la región subantártica puesto que todavía está libre de especies de plantas, insectos y vertebrados introducidos.

Por esta razón, este archipiélago representa una reserva donde las poblaciones de aves marinas amenazadas de extinción, como el albatros de cabeza gris, están teniendo un éxito reproductivo durante la nidificación que está salvando la sobrevivencia de estas especies.

“El CHIC ha establecido una estrecha colaboración con la Armada de Chile para implementar un programa de monitoreo y estudios ecológicos de largo plazo en la isla Gonzalo de este archipiélago desde el año 2016”, enfatizó Rozzi. Agregó además que por este motivo la Armada ha tenido una participación central en el desarrollo de esta conferencia y la investigación ecológica a largo plazo en la Reserva de la Biosfera Cabo de Hornos y el Parque Marino Islas Diego Ramírez – Paso Drake.

Precisó que “el personal de la Armada en los faros y las alcaldías de mar ha asumido la labor de coinvestigadores y coautores en las publicaciones científicas. La Armada de Chile provee no solo un apoyo logístico, si no también capacidades humanas que han contribuido a poner a la ciencia subantártica de Chile en un nivel de excelencia mundial, como ha quedado ilustrado por la conferencia de Peter Convey”.

FUENTE EL MOSTRADOR

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