Si de fiestas patrias se trata, creo que no hay como Chile. He tenido la suerte de conocer celebraciones nacionales en otros países y me parece que ninguna alcanza el nivel de participación transversal, entusiasmo o dimensiones de nuestras fiestas. ¿O tal vez en todas partes lo sienten así y a nosotros nos pasa lo mismo? No sé; es al menos mi percepción.
Este año, pude presenciar las fiestas patrias de México y me sorprendió la diversidad de programas televisivos dedicados a su historia: documentales, dramatizaciones y cápsulas educativas, con énfasis en la participación de mujeres en la independencia. Ahí estaban las historias de Mariana Rodríguez de Toro o María Tomasa Esteves y Salas, gesto de reconocimiento coherente con el grito del 15 de septiembre, declamado por Claudia Sheinbaum, que incluyó “vivas” para Gertrudis Bocanegra, Manuela Molina, las heroínas anónimas y las mujeres indígenas.
Naturalmente, al ver esos programas, pensé en Chile y en nuestras incomparables fiestas, esas que vivimos en el arraigo de nuestras costumbres: las fondas, desfiles, ramadas, cuecas y asados. La chilenidad se respira, se baila y se come sin descanso, prácticamente, a lo largo de una semana.
Sin embargo, al mismo tiempo, es imposible no caer en la cuenta de que muchos aún confunden la fecha del 18 de septiembre de 1810 con la de la declaración de independencia y que cada vez se sabe menos sobre la historia de nuestros padres y madres de la patria.
Esa dimensión histórica, la que da sentido a los símbolos y nos conecta con los procesos que nos constituyeron como nación, queda relegada a segundo plano.
Es justo reconocer que la televisión ha hecho algunos esfuerzos. El 2010 nos remonta a inolvidables producciones como Héroes de Canal 13 o Algo habrán hecho de TVN. Y en la parrilla de este último, para estos 18 y 19 de septiembre, se incluyeron programas especiales, como Violeta se fue a los cielos y La Quintrala. No obstante, apenas pasa la efervescencia del feriado, la programación retoma su rutina. Ayer sábado volvieron el Chapulín Colorado y Cantinflas, programas que, paradójicamente, no vi por estos días en la televisión mexicana.
No se trata de oponer modelos, sino de preguntarnos qué hacemos con el capital simbólico que representan nuestras fiestas patrias. ¿La chilenidad se reduce a septiembre? ¿Puede nutrirse sólo de costumbres o requiere de conciencia histórica para su verdadera valoración?
Necesitamos promover una chilenidad con sentido. Porque la identidad no se reduce a la bandera ni al brindis con chicha: es también el relato compartido de quiénes somos, de dónde venimos y hacia dónde vamos, expresados, pero no limitados, a esos símbolos. El riesgo de olvidar es que la historia se transforme en ritual mecánico y vacío.
Septiembre no debería ser un paréntesis folclórico, sino una oportunidad para volver sobre nuestro pasado y llevarlo en la conciencia a lo largo del año, con la convicción de que nuestra identidad se celebra mejor cuando se conoce, se valora y se comparte.
Por María Gabriela Huidobro, académica de la Facultad de Educación y Ciencias Sociales UNAB.