Con una mezcla de historia, emoción y participación ciudadana, este sábado se vivió la tercera y última jornada de la XX versión de la Fiesta de la Recreación de la Salida del Primer Ferrocarril de Chile, con su emblemática locomotora “La Copiapó”, en el tramo Caldera–Estación Monte Amargo. Una celebración que no solo revive un hito histórico, sino que también refuerza el sentido de identidad y pertenencia de toda una comunidad.
Organizada por la Municipalidad de Caldera y financiada con recursos del Gobierno Regional —aprobados por el Consejo Regional—, esta fiesta cultural contó además con el respaldo de empresas como CMP, Minera Candelaria y Aguas CAP. La actividad conmemora la puesta en marcha del primer tren chileno, cuyo tramo final entre Caldera y Copiapó se concretó un 25 de diciembre de 1851, marcando un antes y un después en el desarrollo económico de Atacama y del país.
La alcaldesa de Caldera, Brunilda González, no ocultó su emoción al conmemorar dos décadas de esta fiesta que ya es parte del alma de la comuna.
Fiesta de la Recreación que nació con la inquietud de algunos calderinos ligados al mundo turístico. Alejandro Navarro, emprendedor de este rubro sostiene que la idea comenzó tímidamente, luego el municipio terminó potenciándolo hasta convertirlo en lo que es actualmente.
Durante tres días, la comuna se transformó en un escenario vivo de historia y cultura. Desde sesiones solemnes del Concejo Municipal hasta galas culturales, pasando por el tradicional Emporio, la Marcha Constituyente, recreaciones de matrimonios de época y hasta el famoso Burdel, cada rincón de Caldera vibró con la energía de su gente.
En la ocasión, la seremi de las Artes, Cultura y Patrimonio, Carolina Armenakis, destacó el impacto de esta celebración y la puesta en valor de este hito en Atacama.
La historia de “La Copiapó” no es solo la del primer tren de Chile, sino también la de un motor de desarrollo. Fue el tercer ferrocarril de Sudamérica y transportó los minerales que salían al extranjero, mientras barcos llegaban con mercadería y madera para construir las primeras casas de Caldera. Hoy, esa historia sigue viva, no solo en los libros, sino en las calles, en la gente y en cada silbido que emite la locomotora.