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Adolescentes e identidad de género, más allá del lenguaje LGBTIQ+

Por: Carolina Cortés Henríquez, Directora Sename Atacama.

La primera y más importante contextualización sobre el tema de identidad de género es que se trata de una cuestión relativa a los derechos humanos. Para quienes aún no lo tienen claro, los derechos humanos son universales: toda persona los tiene, sin importar quién sea ni de dónde venga. Desde este punto de vista ¿se puede justificar privar a las personas LGBTQ+ gozar de estos derechos por razones religiosas o culturales? Desde una perspectiva contextual, dichas razones son muy importantes, sin embargo, todos los Estados, independiente de su sistema político, económico y cultural, tienen la obligación jurídica de promover y proteger los derechos humanos sin discriminación.

Pese a la importancia del deber estatal con respecto a la protección de derechos, hoy existe aún una brecha enorme en la práctica, en lo cotidiano, especialmente en la población adulta, la cual sustenta su incapacidad para comprender y aceptar la “diferencia” en valores espirituales, culturales, tradicionales, entre otros que, según sabemos, no están por sobre los derechos. 

Lamentablemente en nuestro país y en otros más radicales, la homofobia y la transfobia están muy arraigadas, a menudo combinadas con una falta de protección jurídica adecuada contra la discriminación por motivos de orientación e identidad de género, exponiendo a la disidencia sexual (LGBTQI+). Lo anterior afecta a grupos de todas las edades, los que sufren atroces violaciones de sus derechos humanos. Son discriminados en diversos espacios, y, por si fuera poco, muchas veces son maltratadas y repudiadas por sus propias familias.

Preocupa que las y los adultos sigamos creyendo que la niñez corra peligro por tener acceso a esta información. Estudios científicos y sociológicos prueban que conocer y compartir con personas LGBTIQ+ sólo formará a personas menos ignorantes y, de ninguna forma, influirá negativamente en la orientación sexual o la identidad de género de los menores de edad. Antes bien, es vital que todas y todos los jóvenes tengan acceso a una educación sexual integral, apropiada para su edad, a fin de que puedan mantener relaciones íntimas saludables y respetuosas. Al restringir el acceso a esa información sólo aumenta la estigmatización y a asilamiento de la juventud LGBTIQ+, lo que generalmente desencadena consecuencias irreparables, tanto para la familia como para la comunidad.

Afortunadamente, para la sociedad, pero especialmente para la niñez y adolescencia, la sensibilidad y la evolución de las nuevas generaciones, mucho más comprensivas e inclusivas, parecen traer consigo la esperanza de posicionar este tema lejos de los problemas, de ubicarlo en lo cotidiano y que sirva de impulso para que el Estado continúe avanzando con una potente legislación a favor de la materia.

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