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Alzheimer y demencias: Cómo la familia puede ser la primera línea de prevención cognitiva

En Chile, el envejecimiento es una realidad palpable y, con ello, el desafío de prevenir el deterioro cognitivo cobra carácter de prioridad. Aunque se estima que cerca del 8,5% de las personas mayores de 60 años presenta algún grado de demencia, el mensaje de los especialistas es claro: la prevención se construye en la vida diaria, con hábitos simples, sostenidos y compartidos en el entorno familiar.

“La prevención cognitiva no es una receta compleja ni inaccesible; es un conjunto de prácticas que la familia puede incorporar en su rutina”, afirma Pamela Varas, directora de Enfermería de la Universidad Andrés Bello, sede Viña del Mar. “Moverse, conversar, aprender, comer mejor y mantenerse vinculado con los demás son pilares que protegen el cerebro tanto como la medicación protege otras enfermedades crónicas”, advierte.

Políticas públicas

Desde 2017, el Plan Nacional de Demencia (PND) del Ministerio de Salud articuló una respuesta integral que considera a la persona y a su entorno. Un avance clave fue la inclusión de la Enfermedad de Alzheimer y otras demencias en las Garantías Explícitas de Salud (GES), lo que asegura acceso a diagnóstico, diagnóstico diferencial y tratamiento para afiliados a Fonasa, con prestaciones que se inician en la Atención Primaria (APS) y escalan al nivel de especialidad —como las Unidades de Memoria— con plazos máximos de espera.

“El PND y la GES han sido un punto de inflexión para ordenar rutas de atención y aliviar barreras de acceso”, destaca Varas. “Pero las políticas públicas rinden su mejor fruto cuando la familia y el barrio se convierten en aliados activos: el hogar es el primer espacio de promoción y cuidado”, agrega la académica de la UNAB.

Hábitos sencillos

La evidencia en prevención cognitiva apunta a un combo accesible y sostenible: actividad física regular (idealmente 150 minutos semanales), alimentación equilibrada con presencia de Omega 3, y estimulación mental cotidiana.

“Caminar, bailar o hacer ejercicios de fuerza suave tres veces por semana ya impacta en el cerebro”, explica Varas. “Si eso se complementa con lectura y escritura frecuentes, juegos de mesa, sopas de letras, crucigramas o sudoku, se ejercitan la atención, el lenguaje y la memoria de trabajo”, agrega.

Para diferentes grupos etarios, la especialista propone acciones concretas:

Adultos desde 40 años: “Aprender habilidades nuevas —un idioma online, un instrumento, una receta compleja— es un ‘desafío cognitivo’ que expande redes neuronales”.

Personas mayores (65+): “Juegos con reglas, relatar eventos de la vida diaria, mantener una agenda propia y actualizar el calendario sin asistencia son ejercicios prácticos que refuerzan autonomía”.

Fuerza del vínculo social

La prevención no ocurre en aislamiento. Mantener lazos afectivos y participación en actividades sociales, culturales y comunitarias actúa como un factor protector. “La soledad es un riesgo para la salud cerebral. Conversar, participar en clubes, juntas de vecinos o talleres tiene un efecto directo en el estado de ánimo y las funciones cognitivas”, indica Varas. “La familia chilena tiene una fortaleza histórica: su capacidad de apoyo. Potenciarla con espacios inclusivos para mayores es clave”, destaca.

Distinguir el olvido cotidiano de signos que interfieren con la vida diaria es esencial para consultar a tiempo. Entre las alertas que ameritan evaluación médica o geriátrica están:

  • Dificultad persistente para manejar dinero o pagos.
  • Desorientación en lugares conocidos.
  • Cambios de ánimo con abandono de actividades placenteras.
  • Problemas para resolver situaciones simples o para encontrar palabras habituales.
  • Apatía y retraimiento social.

“No se trata de alarmar, sino de actuar temprano”, enfatiza Varas. “Un diagnóstico oportuno permite organizar apoyos, acceder a prestaciones de APS y especialidad, y adaptar el entorno para mantener la autonomía el mayor tiempo posible”, destaca la académica UNAB.

Cuidadores y autonomía

En Chile, alrededor del 95% de quienes cuidan a personas con demencia son familiares, lo que coloca a los hogares en el centro del cuidado. “Cuidar no es hacer todo por el otro; es facilitar que la persona haga lo máximo que pueda por sí misma, con seguridad y sin riesgos”, señala la enfermera. “Fomentar autonomía, establecer rutinas claras, simplificar tareas y celebrar pequeños logros ayuda a sostener la dignidad y reduce la sobrecarga del cuidador”, afirma.

La directora de Enfermería UNAB agrega que el entrenamiento de cuidadores en habilidades básicas —comunicación, manejo de estrés, organización del entorno— y la búsqueda de redes de apoyo (familia extendida, comunidad, centros de apoyo) son medidas de alto impacto. “El autocuidado del cuidador es también prevención cognitiva: sin bienestar del soporte familiar, el sistema se fatiga y se debilita”, afirma.

Cinco acciones imperdibles

  • Agenda activa: fijar horarios para actividad física, lectura y socialización semanal.
  • Mesa saludable: incorporar pescado, frutos secos, legumbres y verduras; reducir ultraprocesados y azúcares añadidos.
  • Reto mental: elegir un aprendizaje nuevo trimestral y sostenerlo con metas pequeñas.
  • Entorno amigable: buena iluminación, señales visuales simples, organización de objetos y rutas seguras en el hogar.
  • Red viva: mantener llamadas, visitas y participación en actividades comunitarias.

“La prevención cognitiva es un proyecto familiar y comunitario”, dice Pamela Varas. “Si Chile quiere envejecer bien, debemos sumar hábitos, redes y políticas. El futuro del cerebro se construye en casa, todos los días”, concluye.

FUENTE: COMUNICACIONES, UNIVERSIDAD ANDRÉS BELLO

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