Es indudable que cualquier obra arquitectónica va a generar impactos y externalidades que deben ser medidas, analizadas y mitigadas en sus méritos. Desde luego, cumpliendo con las normativas vigentes.
A partir de aquello es inequívoco que muchas tramitaciones de importantes proyectos efectivamente entran en una zona gris que dilata y quizás, lo más importante, son carentes de sentido común. El ser precisos puede ser una manera de ahorrar recursos y evitar perder inversiones, importante en un país como el nuestro que necesita levantar su economía.
Efectivamente en el caso del mall que se quería construir en el área norte de la comuna de Vitacura aparece como excesivo el tiempo de tramitaciones que llevaron finalmente a desechar la inversión de parte de la empresa. La contradicción grande es que al revisar conceptualmente la arquitectura se encuentra con un edificio más bien extendido que configura un gran espacio abierto con muchas áreas verdes y zonas de agua, es decir, un espacio urbano que incorpora la naturaleza y respetando la biodiversidad.
Este proyecto es una evolución muy significativa con los conceptos que se usaban hace 25 años, edificios muy cerrados e interiorizados. En este caso, parece que los proyectos de mitigación vial han sido el punto de inflexión que transforma este esfuerzo proyectual en nada. De ver su localización geográfica no esta en un centro urbano, es más bien un borde cerro rodeado de autopistas lo que debería ser un tema de diseño vial solucionable.
Deberíamos ocuparnos de construir una arquitectura saludable para nuestros habitantes y en aquello si existen certificaciones internacionales que velan por ello disponibles en Chile.
Por Uwe Rohwedder, Decano de la Facultad de Ingeniería y Arquitectura, U. Central




