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“No matamos, ni violamos”: el reclamo de los 10 argentinos deportados por Trump en operativo histórico

En un operativo inédito, un avión arribó proveniente de Estados Unidos con diez ciudadanos argentinos deportados por el gobierno de Donald Trump acusados de diversos delitos, aunque ellos los niegan y hablan de racismo: “No matamos ni violamos”.

La madrugada del jueves 11 de septiembre, un Boeing 767-300 de la empresa Omni Air International aterrizó en el aeropuerto de Ezeiza con una decena de trasandinos expulsados de EE.UU., tras escalas en Colombia y Brasil. Casi como en una escena del cine de Hollywood, vestían ropa gris clara y cargaban una bolsa blanca con las pertenencias rescatadas de los centros de detención donde pasaron varios meses hasta aceptar por la fuerza su culpabilidad y así zafar de peores castigos.

Al reencontrarse con sus familias, la mayoría de los ciudadanos coincidió en la misma queja: no entendían las razones de la expulsión.

Llegada del avión a Ezeiza
Cedida

Según el Departamento de Seguridad Nacional de EE.UU., los vuelos de deportación forman parte de un procedimiento habitual para repatriar ciudadanos sin autorización de permanencia, condenados por delitos o considerados una amenaza a la seguridad nacional.

Entre los afectados, se detectaron detenciones por vencimiento de visa, ingresos irregulares al país y antecedentes judiciales por causas, entre ellos, conflictos familiares y episodios de violencia.

De vuelta en Argentina: “Yo no sé cómo ser adulto acá”

Marcos Ontivero, de 25 años, detenido en San Antonio, Texas, dijo a la prensa local que el trato previo al vuelo fue correcto, pero que ahora no podrá regresar a EE.UU. por cinco años. El “sueño americano”, ahora una utopía.

También resalta la historia de Maximiliano García, quien contó que vivía en el estado de Florida desde 2001, tenía permiso de trabajo hasta 2030 y una petición familiar en trámite. Sin embargo, lo detuvieron el último 21 de agosto al presentarse en una oficina de inmigración.

“Este gobierno de Trump es una página negra dentro de la historia de Estados Unidos. Para ellos nosotros somos criminales”, se quejó desde la aeroterminal de Ezeiza, donde algunos de sus compatriotas, a diferencia de su reclamo público, evitaron las cámaras de televisión y caminaron encapuchados.

En la misma línea, el hombre cuestionó el racismo y advirtió sobre el desafío de rehacer su vida en la Argentina, tierra de la que ya no se sentía parte: “Yo no sé cómo ser adulto acá porque me fui a los 22 años. Es una máquina del tiempo. Tengo que recalcular todo”.

Ante el revuelo que generó la expulsión, más en tiempos de aceitada relación entre Trump y el presidente Javier Milei, el embajador argentino en Washington, Alejandro Oxenford, buscó relativizar lo ocurrido.

“El número argentino es infinitésimo en el contexto regional”, dijo el funcionario diplomático en declaraciones radiales, recordando que la Argentina está entre los países con menos expulsiones ordenadas por las autoridades estadounidenses.

Se fue por el “sueño americano”, cruzó ilegal desde México y se quedó sin su familia

Entre los deportados destacó el relato de Mario Robles, de 25 años. Nacido en Argentina, pero con vida hecha en México, a punto tal de hablar con tonada azteca, cruzó el Río Bravo con la esperanza de cumplir el sueño americano.

Le pagó a un “coyote” (encargado de facilitar el cruce), se escondió con otros diez migrantes en una camioneta y terminó corriendo 500 metros campo adentro cuando los interceptó un control migratorio en San Antonio.

Según contó al diario Clarín, el argentino se ocultó casi dos horas bajo ramas y en una zanja hasta que un perro lo detectó. Lo trasladaron a un centro de detención, padeció tres semanas tras las rejas y, desesperado, se declaró culpable para acelerar el regreso.

El juez estadounidense rechazó su pedido de volver a México, donde lo esperaban su esposa y su hija de tres años, y lo envió de vuelta a Argentina. De regreso en la casa de su madre en la provincia de Entre Ríos, entre trofeos de fútbol y recuerdos de sus años en las inferiores de River, reafirmó su identidad.

Fuente: Biobiochile

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