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En el silencio mueren miles

Cada 10 de septiembre el mundo detiene su mirada para recordar un tema que, aunque incómodo, es urgente: la prevención del suicidio. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), más de 700 mil personas mueren por suicidio cada año, lo que equivale a una muerte cada 40 segundos. En Chile, por ejemplo, la tasa bordea los 10 casos por cada 100 mil habitantes, con un preocupante aumento en jóvenes y adolescentes. Frente a estos números, el silencio no es opción. La psicología tiene la responsabilidad ética y social de abrir la conversación, aportar comprensión y tender redes de cuidado.

El suicidio rara vez es un acto repentino. En la mayoría de los casos, está precedido por una serie de señales, sufrimientos emocionales invisibles y contextos psicosociales complejos. La psicología ha mostrado que los factores de riesgo incluyen depresión, ansiedad, consumo problemático de sustancias, aislamiento social y experiencias de trauma. Sin embargo, también existen factores protectores: vínculos significativos, espacios de escucha activa, proyectos de vida con sentido y acceso oportuno a salud mental. Reconocer estos elementos es fundamental para prevenir.

Uno de los grandes desafíos en nuestra sociedad es romper el estigma. Hablar de suicidio no “incita” a cometerlo, como muchas veces se cree; por el contrario, abre una posibilidad de acompañamiento y reduce la sensación de soledad. Los psicólogos sabemos que la escucha genuina puede marcar la diferencia. Preguntar directamente por las ideas suicidas, desde la empatía y sin juicios, es una herramienta validada clínicamente para disminuir el riesgo.

También debemos reflexionar sobre el rol de la sociedad frente a estos escenarios, puesto que la poca empatía, la frialdad, el enojo y la burla son las principales reacciones al conocer que el trayecto al trabajo u hogar se ve retrasado por la pérdida de una vida. Septiembre se conoce a nivel de la psicología como la primavera gris, puesto que el florecimiento no siempre es visto como algo positivo o esperanzador.

El Día Mundial de la Prevención del Suicidio no es sólo una fecha conmemorativa: es un llamado a la acción. Desde la psicología, debemos insistir en que prevenir es posible, que cada conversación puede salvar una vida y que el acompañamiento temprano reduce significativamente el riesgo.

Como sociedad, tenemos que atrevernos a hablar, escuchar activamente y actuar, lo que pone en tensión, el individualismo.

Que este día nos recuerde que el suicidio no es un problema individual, sino un fenómeno social y de salud pública que exige respuestas colectivas. En el silencio mueren miles; en la palabra, en la escucha y en la acción, puede nacer la esperanza.

Por María José Lizana, Psicóloga y Académica U. Central

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