Hace algunos días fuimos testigos de la prohibición de dos anuncios de reconocida marca de moda Zara por promover una imagen de excesiva delgadez en sus modelos, algo que vuelve a colocar en la palestra una discusión urgente y necesaria: ¿hasta cuándo la publicidad de moda seguirá desentonando con el pulso social y los valores contemporáneos?
Este episodio no solo desnuda una falla ética, sino también una oportunidad perdida para avanzar hacia una publicidad más sostenible, creativa y socialmente consciente.
La publicidad no es un espejo neutro: es un dispositivo cultural poderoso que modela aspiraciones, cuerpos y valores. En un momento histórico donde el mundo lucha por desmantelar estereotipos tóxicos, resulta decepcionante que una marca del tamaño y alcance de Zara recurra aún a representaciones corporales que rayan en lo insalubre y lo excluyente.
Desde la sostenibilidad esta polémica también es significativa. Hoy entendemos que lo sostenible va mucho más allá del material reciclado o la etiqueta eco ambiental.
Implica prácticas responsables en toda la cadena: desde la producción hasta la comunicación. ¿Cómo puede una marca ser realmente sostenible si promueve estándares de belleza que afectan la salud mental, fomentan trastornos alimenticios y perpetúan modelos inalcanzables para la gran mayoría?
En el plano de la creatividad, el argumento se vuelve aún más doloroso. ¿De verdad no hay otra manera de transmitir moda, elegancia o vanguardia sin recurrir al cuerpo como instrumento de opresión? ¿No es posible imaginar nuevas formas de belleza, más diversas, humanas y reales? Lo creativo no es repetir estéticas caducas. Lo creativo es proponer nuevas miradas. Y ahí es donde muchas campañas fallan: no por lo que muestran, sino por su pavor a cambiar.
Y finalmente, está la conciencia social. En un mundo que pide a gritos inclusión, salud mental, diversidad y representatividad, estas decisiones publicitarias no son inocentes. Son actos políticos. Publicar imágenes de mujeres extremadamente delgadas, fuera de contextos que permitan una mirada crítica, no solo es irresponsable: es retrógrado.
Que las autoridades hayan prohibido estos anuncios es un gesto necesario. Pero no basta. Lo importante es que las marcas, creativos y agencias empiecen a hacer su tarea. Que asuman la responsabilidad de comunicar desde un lugar más justo y contemporáneo. Porque si la publicidad es capaz de vender sueños, también debería ser capaz de construir realidades mejores.
Yusef Hadi Manríquez
Director de Carrera de Publicidad
Universidad Andrés Bello