Por: Paulina Bobadilla, Directora de Casa de los Niños del Colegio Epullay, con 30 años de trayectoria, y uno de los más prestigiosos en el aprendizaje basado en la filosofía Montessori.
Este 10 de agosto, en el Día del Niño, quiero invitar a madres, padres y cuidadores a reflexionar sobre dos virtudes que, aunque parecen simples, tienen un impacto profundo en el desarrollo de nuestros hijos: la paciencia y la escucha activa. En los años que llevo trabajando en educación Montessori, he visto cómo estas cualidades pueden transformar la relación entre adultos y niños, y crear las condiciones necesarias para que florezca todo su potencial.
En Montessori, la paciencia del adulto es una herramienta clave para el desarrollo del niño. Cuando un adulto observa con calma, sin intervenir de inmediato, permite que el niño explore, se equivoque, resuelva y persevere por sí mismo. Esta espera activa del adulto sostiene el proceso de concentración profunda del niño, que es la base de su crecimiento cognitivo y emocional. Si interrumpimos constantemente, aunque sea con buena intención, estamos quitando al niño la posibilidad de descubrir su propia capacidad y desarrollar confianza en sí mismo. La paciencia, por tanto, es una forma de respeto que da espacio al niño para ser protagonista de su aprendizaje.
Por su parte, la escucha activa en Montessori implica mirar al niño con atención, sin juicio, reconociendo lo que necesita más allá de lo que dice con palabras. Significa observar con intención, estar disponibles emocionalmente y validar sus emociones. En el ambiente Montessori, cada niño trabaja a su ritmo, elige sus actividades y recibe el acompañamiento del adulto cuando lo necesita. La escucha activa permite que el adulto responda de forma adecuada, sin imponer tiempos ni comparaciones, y que cada niño se sienta visto, valorado y comprendido. Cuando un niño se siente escuchado, desarrolla seguridad emocional, se autorregula mejor y fortalece su autoestima.
Montessori nos recuerda en este Día del Niño que los niños no son adultos en miniatura, ni recipientes que llenar, sino personas en formación que merecen ser tratados con respeto, dignidad y amor. Su desarrollo requiere tiempo, libertad y una guía afectuosa. La paciencia y la escucha activa no son solo habilidades educativas, son actos de amor profundo que muestran al niño que su mundo interior es valioso, que sus emociones son válidas y que su ritmo es legítimo. Acompañar sin apurar, escuchar sin corregir de inmediato, estar presentes sin resolverlo todo… ese es el regalo más valioso que podemos ofrecerles en su día y siempre.
Montessori invita a los padres a:
- Observar sin intervenir de inmediato, permitiendo que los niños enfrenten desafíos adecuados a su edad.
- Evitar la prisa: dar tiempo para que los niños se vistan, coman o piensen por sí mismos, sin hacer todo por ellos.
- Escuchar más que hablar: cuando un niño se expresa, darle toda nuestra atención, sin interrumpir ni corregir enseguida.
- Validar las emociones: acompañar el llanto, la rabia o la frustración sin minimizar lo que sienten.
- Modelar con el ejemplo: si queremos que escuchen con atención, nosotros también debemos hacerlo primero.
- Confiar en sus capacidades: permitirles equivocarse, tomar decisiones y asumir pequeñas responsabilidades.
La crianza respetuosa no significa ausencia de límites, sino establecerlos con claridad, calma y cariño. En palabras de María Montessori: “Cualquier ayuda innecesaria es un obstáculo para el desarrollo del niño”. Ayudemos desde el respeto, escuchemos desde el corazón, y confiemos en los maravillosos procesos que cada niño lleva dentro.